El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 586

Dicho esto, dio unas palmaditas en la cabeza de Belén. —Ve primero al comedor a comer.

Belén dijo con urgencia: —Iré contigo...

—Obedece.— La mirada de Juan se ensombreció ligeramente, con un tono de advertencia.

Belén solo pudo guardar silencio y dirigirse obediente al comedor.

Juan, familiarizado con la estructura de la villa, subió al tercer piso sin obstáculo alguno y caminó directo hacia la habitación donde se encontraba Vicente.

Nadie notó que su mano derecha, ocasionalmente acariciaba el bolsillo de su ropa, donde llevaba una jeringa con veneno.

No había nadie en el pasillo, todo estaba en silencio.

Juan se detuvo frente a la puerta del dormitorio de Vicente. La gran puerta negra era de un material especial, a prueba de explosiones e insonorizada, con un nivel de seguridad extremadamente alto.

Por lo general, ni siquiera una bomba podría abrirla.

Por suerte, en ese momento la puerta no estaba cerrada ni con llave.

Juan extendió la mano para empujar la puerta cuando de repente sintió el peso de una mano sobre su hombro. Se dio la vuelta con brusquedad y vio a Hugo parado detrás de él, preguntó con una sonrisa burlona: —Presidente Juan, ¿qué hace usted aquí?

Se dirigió a Juan sin respeto, más bien con actitud de broma.

Juan retiró la mano con calma y respondió: —Escuché que Vicente sigue inconsciente, por eso vine a verlo.

Antes de que Juan y Lourdes establecieran su relación amorosa, él era solo uno de los muchos subordinados de la casa Pérez.

En casa Pérez había cantidad de subordinados hábiles y capaces, y él era uno de los menos valorados, la figura más insignificante de todas.

Hasta que salvó a Lourdes cuando se estaba ahogando por accidente, y después de eso, con sus encuentros y contactos, conquistó por completo el corazón de ella.

Hace poco, en la habitación de Lourdes, ella también le había preguntado sobre su "resurrección".

Pero Lourdes era más fácil de apaciguar y también... más fácil de engañar.

Hugo frente a él sonreía como un buen amigo, pero Juan sintió un vuelco en su corazón, una inexplicable sensación de estar bajo estricta vigilancia.

Ya que había decidido aparecer, había anticipado esta situación y preparado una excelente estrategia.

Juan respondió: —En ese tiempo nuestro barco fue interceptado, esos hombres no sé si eran piratas o tal vez enemigos disfrazados de piratas. En cualquier caso, luchamos con todas nuestras fuerzas en el barco y muchos hermanos murieron.

—Después, otro compañero y yo abandonamos el barco principal, planeando usar un bote pequeño para rodear al enemigo, pero para nuestro infortunio, cayó una niebla espesa en el mar y llegó una feroz tormenta.

—Todo estaba tan oscuro, fui arrastrado por un remolino formado por la tormenta, y cuando al fin desperté ya había pasado un mes.

—Estaba gravemente herido, no podía moverme, y los que me salvaron eran dos extranjeros con quienes no podía comunicarme, así que realmente no pude enviar ningún mensaje de regreso.