El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 60

Sin que Vicente tuviera que decir nada, las personas a su lado inmediatamente sacaron las llaves y abrieron la puerta de hierro, luego se posicionaron respetuosamente a ambos lados.

Ángeles miró hacia el interior, detrás de la puerta de hierro se encontraba una habitación, específicamente un quirófano improvisado. En la cama central yacía una persona cuyos signos vitales, de acuerdo con los monitores a su lado, eran muy débiles, apenas sostenidos por los aparatos.

Cobrar un millón cuatrocientos mil dólares por una consulta médica ciertamente no es algo sencillo.

Ángeles sacudió la cabeza y se arremangó mientras avanzaba hacia adentro.

Vicente, con sus largas piernas, la siguió de cerca y, de inmediato, un subordinado trajo una silla para él, en la que se sentó a una distancia adecuada, manteniendo una actitud de observación completa.

A Ángeles no le importó y se acercó para examinar el pulso del paciente, extremadamente débil y casi imperceptible. Después de un momento, confirmó la causa de la enfermedad del paciente.

Las lesiones externas que habían sido tratadas anteriormente eran insignificantes en comparación con el daño más grave causado por el reflujo de los meridianos y la severa entrada de frío en el cuerpo.

Ángeles abrió su estuche de agujas, donde relucían hileras de agujas de plata bajo la luz.

Con movimientos precisos y rápidos, Ángeles insertó una aguja de plata en los puntos de acupuntura del paciente, realizando todo el procedimiento con gran habilidad en un instante. En un abrir y cerrar de ojos, el paciente quedó cubierto de agujas de la cabeza a los pies, como un erizo.

Durante este tiempo, nadie habló ni perturbó; Ángeles trabajó con un enfoque y seriedad impecables.

Después de insertar todas las agujas, Ángeles preparó personalmente una medicina y, a medida que el medicamento se filtraba lentamente a través de las agujas, el paciente se movió ligeramente, y los signos vitales mostraron fluctuaciones breves y sutiles, pero luego se estabilizaron nuevamente.

Todo el proceso de acupuntura apenas había comenzado.

Con el paso de los minutos, y una vez completado el último paso y retiradas todas las agujas, Ángeles se frotó las muñecas adoloridas y dijo: —Listo, ya está a salvo.

No solo había revitalizado los meridianos bloqueados del paciente, sino que también había expulsado casi todo el frío. Con el cuidado adecuado, no pasaría mucho tiempo antes de que el paciente pudiera caminar normalmente de nuevo.

Ángeles levantó la vista y miró la hora en la pared, quedándose perpleja por unos segundos: —¿Qué hora es? ¿Las once?

Esa mañana, los esposos Rafael y Nancy tenían previsto visitar la Casa Aguilar, con el propósito de hablar claramente con Pedro. Ángeles también había accedido a acompañarlos, para evitar que Pedro se negara a hablar.

Al tocar la puerta y ver que no había nadie dentro, preguntaron a los sirvientes y nadie había visto a Ángeles salir.

—Esta Ángeles, ¿no quedó todo claro anoche? ¿Cómo es que se ha ido sin hacer ruido? ¿Acaso ya no quiere cancelar este compromiso? —Nancy frunció el ceño.

Rafael miró la hora y dijo: —Ya es tarde, deberíamos irnos.

Las visitas tienen sus protocolos, y llegar tarde sería una falta de respeto y decoro.

Paula se había arreglado con esmero desde temprano, escogiendo un vestido cuidadosamente y recogiendo su cabello en una trenza alta, adornando su peinado con un pasador de diamantes que Oscar le había regalado la última vez.

Al oír esto, Paula, cogiendo del brazo a Nancy, dijo: —No te enojes, mamá, quizás mi hermana solo salió a divertirse a escondidas. Además, en esta visita a la Casa Aguilar ella no tiene mucho que hacer.

¡El verdadero propósito de esta visita era formalizar el compromiso matrimonial entre Paula y Oscar!

¡Lo demás no importaba!