El Regreso de la Heredera Coronada romance Capítulo 687

¡Desde poderosos con influencia y estatus, hasta un grupo de ambiciosos inútiles!

Aparte de Emiliano, ¡incluso estaba Vicente!

Ángeles aún recordaba cuando, en la selva, Vicente dijo que tenía razones ineludibles para encontrar ese lugar... Pero hasta ahora, no lograba descifrar por qué.

Emiliano guardó silencio por un momento, como si no supiera cómo explicarlo, y finalmente respondió: —Lo entenderás cuando vayas. En resumen, es un lugar que nadie fuera puede saber, y que todos desean poseer para sí mismos.

¿Un paraíso repleto de oro?

¿Una isla llena de tesoros?

Ángeles perdió el interés al instante. Lo único que le quedaba era una pizca de curiosidad insignificante, y la posibilidad de encontrar en esa isla la larva venenosa que devora el corazón para salvar a Emilio.

El trato se cerró temporalmente.

Acordaron partir en tres días. Ángeles le lanzó una mirada a Emiliano, quien, con sumisa comprensión, ordenó al hombre de negro que actuara para suprimir temporalmente el tormento de Emilio causado por la larva venenosa que devora el corazón.

El hombre de negro refunfuñó: —Como máximo, cinco días. Si no encuentran una larva venenosa que devora el corazón de la misma fuente en ese plazo, morirá sin remedio.

Ángeles le tomó el pulso a Emilio y se sintió un poco más aliviada. Al menos tendrían cinco días de margen. Durante ese tiempo, Emilio estaría temporalmente fuera de peligro y no caería bajo el control de la larva.

Sin embargo, los efectos secundarios de la larva eran graves. En los próximos cinco días, estaría extremadamente débil.

Los dos subordinados de la familia González se miraron y, con cautela, le propusieron a Ángeles: —Señorita Ángeles, ¿llevamos al señor Emilio colina abajo? Nos alojaremos en el Hotel Silencio de Oro. Si necesita algo, puede buscarnos allí o llamarnos.

—Vayan —dijo Ángeles, y tras pensarlo un momento, añadió—: Despertará en unas dos horas. Cuando lo haga, díganle que descanse bien estos dos días. En tres días, partirá conmigo.

Si el objetivo de este viaje era resolver el problema de la larva venenosa, era imprescindible llevar a Emilio.

En un instante, el rostro del hombre de negro se descompuso. Se lanzó dentro del todoterreno y gritó desesperado al conductor: —¡Arranca, rápido, ahora!

El conductor era hombre de Emiliano y, sin que este subiera, no se atrevía a pisar el acelerador. ¡El hombre de negro estuvo a punto de estallar de rabia!

Emiliano también apretó los puños. Sabía que él y el hombre de negro estaban en la mira del equipo de inteligencia por sus actividades clandestinas.

Pero no esperaba que el Centro Nacional de Inteligencia apareciera justo en este momento.

¿Quién los había delatado?

Emiliano miró abruptamente hacia la dirección en que Ángeles se había marchado.

Ella ya estaba lejos, sin volver la vista atrás. Sin embargo, como si percibiera su mirada, Ángeles alzó una mano y la agitó con indiferencia. Su esbelta silueta irradiaba una despreocupación absoluta.