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En los días siguientes a su salida del hospital, Luisa se dedicó por completo a revisar uno a uno los casos del Grupo Martínez.
Los del Grupo Martínez eran todos casos importantes, con gran cantidad de pruebas. Aunque ya se había hecho una organización previa del material, Luisa volvió a repasarlo todo desde el principio.
Era muy ambiciosa en lo profesional, y desde que salió del hospital se mantuvo inmersa por completo en el trabajo, quedándose a trabajar horas extras en el bufete casi todas las noches.
Esa noche, Luisa recibió una inesperada llamada.
—Señorita, Alfonso se negó a firmar el acuerdo de divorcio, incluso lo rompió furioso. Esta tarde volvió a tener una tremenda pelea con Sofía, y ahora Sofía ya le ha encargado a la abogada Carina que la represente en la demanda de divorcio.
Luisa estaba de pie frente al ventanal panorámico del despacho en el piso veintidós, contemplando absorta la bulliciosa ciudad nocturna. Las luces de neón parpadeaban sin cesar, y el reflejo del vidrio mostraba su rostro de rasgos delicados.
—Entiendo gracias.
Luisa colgó y a toda prisa imprimió un contrato de representación civil del bufete, junto con los documentos de poder correspondientes.
Tomó las llaves del auto, cerró la puerta del bufete y entró apresurada en el ascensor. Rosa la seguía.
Luisa sacó su celular y marcó un número.
—¿Hola?— Al contestar, se oyó la voz tajante de Alfonso.
—Señor Alfonso, buenas noches. Habla Luisa.
—¿Para qué me llamas?— Alfonso sonaba estar evidentemente molesto. —¿No has perjudicado ya bastante a nuestro Carlos?
Hace tiempo, Carlos había intentado suicidarse por Luisa, y Alfonso había quedado con muy mala impresión de ella.
Además, en esos días Sofía no dejaba de decirle que fue Luisa quien provocó la quiebra del Grupo Rodríguez. El profundo desagrado de Alfonso hacia Luisa se había transformado en odio.
Alfonso estalló enloquecido: —¿Tú fuiste la persona que planeó la quiebra del Grupo Rodríguez? ¿Llamas ahora para burlarte de mí?
Luisa sonrió despectiva, su tono era pausado: —Señor Alfonso, está muy equivocado. En realidad, lo llamaba para ayudarlo. Me enteré de que la señora Sofía está tramitando el divorcio con usted. Yo puedo representarlo en el proceso.
Alfonso gruñó con frialdad: —¿Y tú vas a ser tan buena gente? Ya destruiste por completo nuestra empresa, ¿y ahora pretendes que confíe en ti?
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