El Secreto de Mi Prometido romance Capítulo 58

Resumo de Capítulo 58 : El Secreto de Mi Prometido

Resumo do capítulo Capítulo 58 do livro El Secreto de Mi Prometido de Internet

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Poco después, una abuela de figura algo regordeta, con una sonrisa radiante en su desgastado rostro, salió apresurada al encuentro de ellos.—¿Señorita Luisa... que alegría que ha venido?

Luisa se sorprendió un poco.—¿Abuelita, me conoce?

La anciana se acercó cariñosa a Luisa, con los ojos turbios llenos de lágrimas, y con una expresión emocionada, le dijo: —Luisa, ya has crecido tanto, ¡qué rápido pasa el tiempo!

Luisa abrió ligeramente la boca, sin entender del todo qué estaba ocurriendo.

Andrés aprovechó ese mágico momento para intervenir: —Mi extraordinaria habilidad culinaria la aprendí aquí.

Luisa lo miró de reojo.

Andrés continuó explicando: —Ella es la abuela Natalia, antes fue la ama de llaves de la familia López. La tía Paola también aprendió a cocinar con ella.

La abuela Natalia asombrada miró a Luisa, llorando de alegría.—¿Eres en realidad Luisa? ¡Tus ojos son igualitos a los de tu hermosa mamá! Luisa, cuando eras pequeña, ¡yo te cargaba!

Al escuchar que la abuela Natalia mencionaba a su mamá, Luisa sintió los ojos llenos de lágrimas. —Sí, soy Luisa, abuelita Natalia. He venido a visitarla.

—¡Pasa, pasa, siéntate aquí!—dijo emocionada la abuela Natalia, invitándolos a entrar.

—David, ve al mercado a comprar más verduras, compra lo mejor, que voy a preparar una deliciosa comida para el presidente Andrés y Luisa.

—¡Entendido!—respondió un hombre llamado David, montando su motocicleta y saliendo a toda prisa al mercado.

La abuela Natalia comenzó a recordar el pasado con Luisa, contando cantidad de historias sobre la juventud de Paola.

Luisa se enteró entonces de que Paola había aprendido a cocinar para poder conquistar a Miguel.

Su madre, perteneciente a una familia noble, había aceptado convertirse en ama de casa por el amor de un hombre.

Luisa se sintió algo confundida.

Cuando era pequeña, recordaba que sus padres se querían muchísimo.

Incluso después de que su madre falleciera, Miguel estuvo deprimido por un buen tiempo.

Si él la amaba tanto, ¿por qué se casó de nuevo dos años después de su muerte?

¿El matrimonio de papá con Carla fue el ferviente deseo de mamá?

Y todo esto, ¿solo porque mamá no quería que quedara huérfana de cariño materno, y deseaba que una madrastra la cuidara como ella lo hubiera hecho?

Luisa sintió cómo sus ojos se humedecían, sus pestañas temblaban, y en ese momento no dijo más.

Andrés, en silencio, tomó su mano. Con su dedo grueso, le apretó con suavidad la palma.

Al mediodía, la abuela Natalia preparó una gran mesa llena de deliciosos platos.

Los sabores de la comida eran exactamente los mismos que los de las preparaciones que hacía Paola.

Luisa no quiso estropear el maravilloso momento, así que dejó de lado sus pensamientos tristes y, con una sonrisa forzada, elogió las extraordinarias habilidades culinarias de la abuela Natalia.

La abuela Natalia, con gran entusiasmo, respondió: —Luisa, ¿no lo sabías? El presidente Andrés ha venido aquí varias veces, y siempre ha querido entrar a la cocina conmigo para ver cómo cocino.

Al escuchar esto, Luisa miró a Andrés, con los ojos llenos de lágrimas. Con voz algo nasal, le preguntó: —¿Por qué viniste aquí a aprender a cocinar?

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