~Scarlett~
—¿Viniste a burlarte de mí?
Todo el lugar estaba cubierto por el tenue resplandor naranja del bonito atardecer, el cual proyectaba una sombra surrealista y cuasi sangrienta sobre la superficie del lago verde. Sebastián se detuvo junto al árbol que estaba más cerca del lago, y yo caminé hacia Ava, quien estaba parada con los brazos cruzados frente al pecho en el muelle que sobresalía sobre el agua. Estas fueron sus primeras palabras cuando me acerqué.
Miré hacia atrás a Sebastián. Él estaba apoyado en el árbol con una pierna doblada casualmente, pero demasiado lejos como para ver la expresión de su cara.
—¿Por qué no dijiste eso cuando él podía oírte? — respondí rápidamente, y Ava se dio la vuelta, con una mirada mortalmente tranquila. En ese momento, no entendí completamente esa mirada.
—Por fin, me lo robaste. No contesta mis mensajes, y ni siquiera me habla. ¿Ahora si estás feliz? —dijo Ava, molesta, ignorando mi sarcasmo— Ni siquiera lo amas. Me lo quitaste solo porque yo lo amo.
—¡Eso es exactamente lo que tú me hiciste! ¡Me lo robaste cuando ni siquiera lo conocías! —me reí, incrédula. ¿Es así como justifica todo lo que ha hecho? ¿Mintiéndose también a sí misma?
¿Vivimos en el mismo mundo? Ella mantuvo a Sebastián y lo puso en mí contra durante años, cuando sabía que yo era la niña que Sebastián quería proteger, ¡¿enserio esa es su forma de amarlo?!
—¡Él no estaba enamorado de ti! ¡No se hubiera enamorado de una niña pobre y sucia si yo no lo hubiera atraído estos diez años! —Ava respondió, como si realmente creyera que era cierto— Apuesto a que disfrutaste mucho cuando le dijiste que yo no era la boba esa a la que él rescató.
En ese momento pensé en dejar que Damian Vanderbilt hiciera lo que quisiera con ella.
—No lo he disfrutado mucho, pero gracias por el consejo, porque lo disfrutaré cuando pueda. —blanqueé los ojos, aburrida de nuestra pelea sin sentido sobre Sebastián — En realidad, estoy aquí para hablar sobre Damian Vander...
Ava levantó la mano para darme una cachetada, y le agarré la mano en el aire.
—¿Qué carajos te pasa? —dije y la dejé ir cuando empezó a intentar soltarse. Miré a Sebastián, pero él no venía.


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