Sebastián
Scarlett, o mejor dicho, Scar. no se parecía a ninguna reina de baile anterior.
No pudo dejar más claro que le importaba un carajo todo eso. No estaba de pie saludando, ni lanzando besos, ni sonriendo a la multitud que enloquecía por ella. Simplemente descansaba en su trono, apoyándose perezosamente en la carroza como un gato somnoliento, curvando sus dedos con gracia cuando le apetece, con los labios ligeramente arqueados sin esfuerzo. Y cuando eso encendía a la multitud, solo soltaba una risita adorable, apoyando su barbilla en el codo y sacando un poco la lengua, haciendo que la gente enloqueciera.
Eso también me volvía más loco por ella.
—¿Por qué me elegiste a mí? —pregunté con toda la naturalidad que pude mientras saludaba a la multitud.
Intentaba interpretar el papel de rey. Bueno, sin mucho éxito. Sentí que no la conocía, ya no. No sabía si fueron estos cinco años los que la transformaron en esa especie de Harley Quinn, o si solamente fue el accidente de hace cinco años.
Sentí que desde el momento en que Scar le dio esa sonrisa vacía a Ava diciéndole que ahora solo se llamaba Scar, caí en un sueño, quizás una pesadilla.
Vi a Scar pronunciar la palabra "sangre", asustando a Ava hasta los huesos, antes de inclinarse hacia el hombre enmascarado como si fuera a besarlo, solo para morderle la garganta provocativamente.
Aparté la mirada para que esa imagen no me quemara los ojos.
En ese momento, realmente sentí como si estuviera viendo a Claudia, la vampira recién convertida, inocente, pero codiciosa, pura, pero sedienta de sangre de aquella vieja película. ¿Entrevista con el vampiro?
El hombre enmascarado parecía bastante tranquilo, como si estuviera acostumbrado a su locura, pero Ava definitivamente lucía como si acabara de ver a un monstruo devorador de carne.
—Tú... tú no te atreverías... Papá... —Ava ni siquiera pudo terminar esa frase porque todos sabían que "papá", no tenía ningún poder sobre esa nueva Scar.
Después de todo, ella se había deshecho de todo lo que ese "papá" le había dado alguna vez, incluso de su nombre.
Scar, qué nombre tan apropiado, cicatrices era todo lo que había obtenido de ellos y de mí también.
Scar entrecerró los ojos mirando a Ava como un depredador a su presa. Su rostro permanecía impasible, sin mostrar emoción alguna, ni siquiera un ligero atisbo de ira, pero su mirada vacía intimidó a Ava más que cualquier otra cosa, haciéndola retroceder tambaleándose y aferrarse a mi manga.
Fue entonces cuando Scar abandonó esa sonrisa vacía. Saltó del regazo del hombre enmascarado y extendió su mano hacia mí, con una sonrisa peligrosa en sus labios escarlata.



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