—¿Puedes venir, por favor?
Era Ava otra vez. Sebastián escuchó sus sollozos con calma, su rostro era tan frío que su nueva secretaria contuvo inconscientemente la respiración mientras interrumpía su informe matutino por la llamada de quien le habían dicho que era la esposa del jefe.
¿No le había regalado a su esposa una boda de un millón de dólares? Como buena chismosa, Emma estaba segura de haber visto la boda de su nuevo jefe ocupando la primera plana en algún lado. Incluso después de años, todavía recordaba la radiante sonrisa de la novia en el periódico.
Por eso estaba tan emocionada cuando recibió la oferta laboral, un auténtico multimillonario que consentía tanto a su esposa debía ser todo un caballero en persona.
Y lo era, demostraba ser profesional en el trabajo, pero también amable con el personal, era la definición misma de un caballero... excepto con su esposa.
Emma miró de reojo a Sebastián nuevamente, su corazón latía rápido tanto por la emoción como por el nerviosismo.
Claro que sentía atracción por él. ¿Y quién no? Tenía, el dinero, la apariencia y el cuerpazo, lo tenía todo. Pero cuando hablaba con su esposa, emanaba un aura tan oscura como si estuviera poseído por el diablo en el segundo que la llamada se conectaba.
—Eres una adulta ahora, Ava —las palabras de Sebastián hicieron que Emma arqueara las cejas. Sin atreverse a que el jefe la viera, agachó aún más la cabeza—. Es pleno día y estás en casa, no actúes como una niña asustada de la oscuridad llorando por alguna sombra extraña que viste, ¿de acuerdo? No tengo tiempo para esto.
La esposa era, ¿Ava... Fuller?
Emma jugaba con sus dedos, esperando pacientemente mientras su mente divagaba. Aunque no entendía por qué su jefe gastaría tanto dinero en casarse solo para tratarla de esa manera, debía admitir que esa tal Ava era bastante dependiente.
Llamaba al jefe todo el tiempo, al menos en los tres meses que Emma había estado trabajando en la oficina de Secretaría, el jefe recibía llamadas de ella unas diez veces al día, y solo contestaba algunas al azar. Según su humor, diría Emma, pero ciertamente no cuando estaba de buen humor.
Hablaba con su esposa como si fuera su enemiga.



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