Sebastián insistió de nuevo.
Scarlett ni siquiera levantó la mirada hacia ninguno de los dos hombres que estaban subiendo el precio por ese pequeño anillo. Se recostó hacia la derecha con el codo apoyado en el brazo del sillón como una gata perezosa, sus gélidas pupilas púrpuras indiferentes, emanando un aura de reina letal. Pero pocos podían notar la ligera curva en sus labios, sabía que Sebastián quería el anillo, desesperadamente.
Estaba allí por el collar de su madre, pero al llegar supo que Sebastián vendría, porque SU anillo estaba en la lista.
Conocía ese anillo hacía tiempo. Bueno, había sabido de la existencia de ese anillo toda su vida. Como cualquier adolescente, quería saberlo todo sobre el chico que le gustaba, y descubrió el anillo cuando todavía era un dibujo en su cuaderno. Sabía que él estaba diseñando un anillo, luego vio cómo cobraba vida, hasta que lo guardó en una pequeña caja de terciopelo, y sabía para quién era... Ava Fuller.
El anillo representaba el rincón más noble del corazón de un chico al estar enamorado por primer vez, el sabor puro y seductor del amor.
Scarlett siempre tuvo celos de ese anillo.
Sabía que Sebastián lo había llevado consigo durante años. ¿Buscando el mejor momento para entregarle su corazón a su Ava, quizás? Scarlett ni siquiera era la única que conocía la existencia del anillo. Muchas chicas estaban enamoradas de él, y varias soñaban con ser las dueñas de ese anillo, ese objeto que su príncipe azul guardaba cerca de su corazón.
Ella también lo quería, pero no es por eso que estaba pujando por él.
No muchos sabían que Sebastián solía sostener ese anillo en su palma y besarlo cuando no estaba con Ava, por eso Scarlett nunca se atrevió a preguntar sobre él, ni siquiera después de que le puso otro anillo en el dedo, sabía que era un lugar en su corazón que solo le pertenecía a Ava.
También sabía que Sebastián nunca le dio ese anillo a Ava, o la habría cegado presumiéndolo, pero nunca supo que ya no estaba en su posesión, por eso se sorprendió genuinamente cuando vio ese anillo en la lista de la subasta, pero sus sentimientos ya no le importaban. Estaba pujando por el anillo solo como un juego; o Ava se salía de allí con su trofeo más valioso a un precio estratosférico pagado por Sebastián, o ella conseguía lanzarle a Ava una burla como nunca, quemando el dinero de Silco, sería su castigo por mantener su identidad en secreto.
—Trescientos mil dólares —Scarlett separó sus labios, y su seductora voz silenció la sala a través del micrófono que sostenía entre sus dedos.
No era que a Silco le importara una pequeña cantidad como esa, pero estaba segura de que Sebastián no dejaría ir el anillo, al menos no hasta que la mitad de su imperio se quemara.
Sebastián le lanzó una mirada. Ella lo sintió, pero no volteó. ¿Estaba impaciente tan pronto? Ni siquiera había empezado.
—Trescientos diez mil —Sebastián no tenía que anunciar su oferta si solo aumentaba el mínimo, pero imitó a Scarlett al decirlo a través de su micrófono con su voz grave y ronca.

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