Ella Aceptó el Divorcio, Él entró en Pánico romance Capítulo 256

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Dos hombres irrumpieron en la habitación y ahora registraban el polvoriento cuarto. Cada uno llevaba un bate de béisbol en las manos.

Sin armas de fuego. Esas eran buenas noticias.

Parecía que no tenían mucha gente. Por eso les había tomado tiempo llegar hasta esta habitación. Pero aun así, todos eran hombres armados, mientras que Scarlett y Sebastián no tenían nada para defenderse adecuadamente. Era solo cuestión de tiempo antes de que los acorralaran en ese pequeño armario, y si eso sucedía, serían como corderos llevados al matadero.

—¿Qué hacemos ahora? —siseó Scarlett. Su susurro era tan bajo que apenas llegaba a Sebastián, pero aun así sentía como si su voz retumbara como un trueno—. ¿Corremos?

—No es seguro —murmuró Sebastián, vigilando a través de la rendija entre las puertas torcidas—. Ninguno de ellos es del coche que estaba detrás de ti. Eso significa que tienen al menos cinco personas, tres están esperando afuera.

Scarlett apretó su vestido para calmarse, pero eso no detuvo su temblor.

Sebastián extendió lentamente la mano, tomando la de ella paralizada por el miedo, dejando que el calor de su palma la tranquilizara. Scarlett casi jadeó ante ese contacto. Ayudaba tener a alguien con ella en esta situación desesperada, aunque fuera poco.

Había sido tan ingenua.

Con el poder prestado de un hombre que no conocía, pensó que había ganado la batalla antes de que comenzara. ¿Cómo no pudo prever que los Fuller contraatacarían?

Los había acorralado, y ahora ellos habían traspasado los límites de la ley.

Sebastián se inclinó y le susurró al oído, ocultando su voz bajo el ruido de los golpes que venían del otro lado de la delgada puerta que los separaba de los dos matones:

—No podemos quedarnos aquí, iré a atraerlos lejos...

—¡No! No quiero que te vayas —soltó Scarlett, agarrando su cuello. Sus grandes ojos de ciervo apenas contenían las lágrimas que bailaban en ellos—. Por favor, no me dejes sola...

No sabía lo que eso significaba. El instinto le decía que su viaje no sería seguro.