Ella Aceptó el Divorcio, Él entró en Pánico romance Capítulo 258

Scarlett esquiva justo en el último segundo.

No sabía cómo logró mover su cuerpo paralizado por el shock para completar ese movimiento, pero si no lo hubiera hecho, el tipo ya estaría mirándola directamente a través de la rendija entre las dos puertas.

Había perdido el arrebato de valor que le dio su furia ardiente. Lo único que quedaba era su corazón palpitando con latidos tan fuertes en su pecho que sentía que incluso el tipo fuera de la puerta podría escucharlos. No podía creer que casi hubiera salido precipitadamente para enfrentarse a un violador sin ningún arma en las manos.

Pero su plan estaba tomando el peor rumbo posible:

Cuatro tipos estaban sobre Sebastián, y su vida seguía corriendo grave peligro. No había forma de que pudiera escapar o derribar a este matón tatuado con un bate en la mano.

¿Y ahora qué? Nadie podía salvarla esta vez.

El tipo metió el bate entre las puertas, empujándolas ligeramente para abrirlas. Scarlett contuvo la respiración, retrocediendo contra la pared, aunque eso solo significaba alejarse unos centímetros de la puerta. Apretó los puños, debatiéndose entre lanzar un débil puñetazo que no le haría nada, o usar sus uñas para atacarle los ojos.

El tipo debía saber que ella estaba ahí dentro. Porque tampoco estaba haciendo ningún movimiento imprudente. Eso reducía enormemente sus posibilidades de alcanzarlo.

Scarlett se arrepentía profundamente en ese momento. Había pasado años acechando a Sebastián y todas sus prácticas y competencias de esgrima, ¡PINTÁNDOLO! Cuando podría haber aprendido una cosa o dos. Sus pinceles no le servían de nada ahora, incluso si los tuviera.

Al final, decidió intentar patearlo en los testículos.

No sería fácil, pero era su mejor oportunidad si lograba alcanzarlo. Conteniendo la respiración y moviendo ligeramente las piernas, Scarlett intentaba prepararse para el movimiento cuando...

Un repentino sonido crepitante salió del walkie-talkie en su cintura.

—¿Jefe? —El bate seguía dentro del armario, pero la llamada lo distrajo. Presionó el botón y respondió.

—Los tenemos —la voz de un hombre salió, exigiendo—: ¡Mueve tu trasero aquí, ahora mismo!

Los ojos de Scarlett se abrieron de par en par...

Era la voz de Sebastián.

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