—La Scarlett que conocí en aquellos bosques fue lo suficientemente poderosa como para adueñarse de mi corazón, para obligarme a pasar por alto tantas acciones sospechosas tuyas cuando creía que eras ella. Por eso pudiste engañarme todos estos años —el hombre sacudió la cabeza, sentándose en la silla—. Nunca tuviste su bondad, y tampoco tuviste su fuerte voluntad. Si fuera Scar quien estuviera tratando conmigo ahora, no estaría saltando entre usarme y sospechar de mí.
—¡¿Oh, en serio?! —Exclamó Ava, furiosa—. Entonces, ¿por qué estás aquí conmigo, conspirando para condenarla al infierno?
—Porque ni ella ni tú podrían ser ya aquella chica que salvé hace años. Así que adelante, haz lo que creas conveniente. Solo quiero deshacerme de esta mierda de mi vida lo antes posible. —Respondió con un leve tono de fastidio en su voz.
Sus palabras eran como flechas envenenadas, atravesando el corazón de Ava una tras otra. Ella sabía que la frase "el dolor de corazón" nunca fue una simple expresión, sino un dolor físico que retorcía su pecho. Después de todo, había estado sufriendo por ello durante los últimos cinco años, pero nunca como ahora. Él nunca la había confrontado sobre lo que pasó en el pasado, todo lo que hacía era mostrarse frío con ella, y eso ya era demasiado para soportar, pero escucharlo decir que Scarlett era mejor que ella lo llevaba a un nivel completamente nuevo.
No sabía que podía empeorar.
—Realmente pensé... —comenzó Ava, solo para escuchar su propia voz quebrándose al salir de su garganta.
Realmente pensó que esa sería otra oportunidad para Sebastián y ella; cometer crímenes juntos era el vínculo más estrecho que un hombre y una mujer podrían tener jamás. Pensó que tal vez podría ser ella misma frente a él a partir de ahora. ¿Cómo se atrevía a juzgarla desde su pedestal, cuando él estaba haciendo exactamente la misma mierda que ella? ¿Cómo podía decir que ella nunca estaría a la altura de esa perra que le robó a sus padres, a su marido, que tenía la salud que ella nunca podría tener?
Salió precipitadamente. Un segundo más, y habría dejado caer sus lágrimas frente a él.
"¡Voy a arruinarla, Sebastián Knight!" Pensó Ava, como si ese pensamiento pudiera castigar al hombre que tan poco le importaban sus sentimientos. "¡Voy a destruir a la muñeca que tanto te importaba, y su sangre estará en TUS manos!"
Con manos temblorosas, Ava abrió las tres cápsulas que Olivia le había dado y las vertió todas en una copa de vino. Cuando regresó junto a Sebastián, ya había enterrado su tristeza e ira en lo más profundo de su pecho, ocultándolas tras una sonrisa perfecta.
Dos copas de vino y una carpeta delgada. Una carpeta que contenía la perdición de Sebastián y su propia libertad.
Era hora de alejarse de ese hombre sin corazón.
El fuego de su ira solo le ayudó a avanzar con pasos firmes. Cuando Ava colocó esas cosas sobre la mesa frente a él, sintió como si el hombre la hubiera leído por completo con solo una mirada.
—Con pastilla —dijo Ava, empujando primero la copa izquierda hacia él mientras señalaba la que estaba más cerca de ella—, sin pastilla.
El hombre asintió, poniéndose de pie.
—Antes de que te vayas —ella presionó su palma sobre la carpeta que había traído, la carpeta a la que el hombre ni siquiera había dirigido una mirada—, aquí está, como prometí.

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