Cuando se subió al auto, de nuevo se convirtió en la Sonia elegante y segura.
—Unos cuantos hombres atractivos llegaron a Celestial hoy. ¿Te gustaría ir a dar un vistazo? —Carlos se rio entre dientes.
El nombre «Celestial» se tomó de la palabra «celeste», que significaba «proveniente del cielo»; era un lugar de entretenimiento y felicidad; hacía que las personas se sintieran como si estuvieran en el cielo.
—¿Estás loco? Acabo de recuperar mi soltería. —Sonia estaba estupefacta.
Él parpadeó y fingió ser misterioso.
—No, en realidad, alguien quiere verte.
—¿Quién?
—Tú también conoces a esa persona, lo sabrás cuando lleguemos.
Ella lo consideró por un instante y asintió.
—Está bien, entonces.
Carlos tenía una sala privada exclusiva en Celestial y, luego de que ambos ingresaran, la persona que estaba en el sofá también se puso de pie y dio un vistazo. Era un veinteañero de rostro muy alargado y angular con cejas rectas y afiladas. Al verla, le brillaron los ojos.
—Hola, Sonia, al fin nos volvemos a ver.
Ella sentía que el joven que tenía en frente le resultaba familiar, pero no podía recordar dónde lo había conocido.
—¿No te acuerdas? Cuando tú y tu padre estuvieron en el condado de Jordan hace seis años, patrocinaste a un pobre estudiante.
Luego de que Carlos lo mencionara, de pronto, Sonia recordó quién era.
—¿Eres… Ciro Ledesma?
De repente, las cejas del joven se enternecieron y una encantadora sonrisa se dibujó en la comisura de su boca.
—Sí, así es.
Ciro era una persona muy locuaz. Sonia se enteró por Carlos de que Ciro era un modelo popular y hacía mucho tiempo había escapado de los suburbios y se había convertido en una celebridad que a menudo aparecía en toda clase de revistas importantes en Ciudad del Mar.
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