Esteban llegó a su mansión sintiéndose relajado, tomó una larga ducha que lo ayudara a librarse de la suciedad del almacén donde había estado, el olor a sangre, a orina, a excremento, y a sudor, todo era completamente asqueroso.
Cerró los ojos mientras el agua caía como una reconfortante lluvia sobre su rostro y allí, una vez más, extraño a Olivia, su Olivia, y las muchas veces en las que habían hecho el amor en la ducha, con el agua de aliado, y la intimidad del lugar como único testigo, la manera en la que ella se entregaba a él, la manera tan especial en la que él, podía disfrutar de aquel dulce cuerpo que nada le negaba, aquella boca que tanto placer le daba, la misma boca que se abría para emitir quejidos expresando sin pudor el placer que sentía.
—Olivia. . . maldita sea, Olivia. . . — susurró y abrió los ojos, cerró la llave de agua y tragó el nudo en su garganta. Nunca había tenido el deseo de visitar una tumba, se supone que eran lugares santos o sagrados para algunos, un lugar donde los cuerpos que tanto sufrieron en vida, al fin, podían descansar en paz.
Esteban recordó que solo una vez había ido a un campo santo y no fue para llorar por haber perdido a alguien importante, sino para reclamarle a la foto de su madre, si, reclamarle que hubiese muerto,que hubiese traicionado a su padre, que se hubiese embarazado de otro, que lo hubiese abandonado, gracias a ella tuvo que crecer sin una madre, tampoco es que la hubiese necesitado, su padre se encargó de hacerlo fuerte, duro ante la adversidad, capaz de dirigir la mafia con saña y pulso de acero, capaz de asesinar sin recriminar un ¿por qué?, no siquiera él había querido ocuparse de darle un lugar para que el cuerpo de su madre descansara, no, si no hubiese sido por Estefan, ella nunca hubiese entrado a un campo santo, su padre no se ocuparía de eso, y él tampoco.
Pero Estefan, Estefan le dió un lugar hermoso, una capilla enorme, custodiada por ángeles, una hermosa lápida, un epitafio que hablaba de " la Maravillosa madre que era", además de unas palabras para ese "hermano" que nunca vio la luz.
Estefan, era un curso sin remedio.
Se encargaba de que las rosas blancas nunca faltarán en el lugar. Aquella vez que le gritó a su madre cuánto la despreciaba, aún después de muerta fue el único momento en el que cedió a sus emociones, luego se giró, salió de allí y nunca más volvió a pisar un campo santo.
Pero ahora quería hacerlo.
Ésta vez no para gritar su odio, sino para disculparse por las promesas de amor incumplidas y por haberle arrancado la vida. Colocó las manos en los azulejos del baño y allí recargó la frente, cerrando los ojos.
—¿Dónde está tu cuerpo, mi adorada Olivia?—preguntó a la nada, como si pudiese obtener alguna respuesta.— Solo espero que Violeta no te haya colocado junto al traidor de Jarvis. — salió de la ducha envolviéndose en la toalla — Es hora de llamar a nuestra primita, Violeta.
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Un nuevo día había llegado y con él, el ánimo que se renueva siempre, amaneció envuelta en los fuertes brazos de Mikhail, ver su rostro dormido plácidamente, la llenaba de vitalidad, pensó en que quería hacer algo para ellos como pareja, necesitaban un tiempo romántico, diferente pero sobretodo, fuera de casa, habían sido tiempos de mucho estrés, problemas, era momento de disfrutarse mutuamente.
No pudo contener el impulso, y se inclinó sobre él, para besarlo, a la vez que acariciaba su nariz, con la suya, en un tierno gesto. Mikhail sonrió aún con los ojos cerrados, la estrechó contra su pecho con ternura y ella se dejó hacer.
—Buenos días, ruso maravilloso— le dijo besándole el pecho.
—Oh, muy buenos días — sonrió a la vez que abría los ojos, mostrándole una tierna mirada— mis días son buenos desde que amaneces a mi lado.
—Eso inflará mi ego— le advirtió juguetonamente.
—¿Qué tiene de malo el ego elevado?— sonrió — yo soy un ruso maravilloso, millonario, poderoso, enamorado y que te adora, no tiene nada de malo tener presente quienes somos.
—Te amo con todo mi corazón Mikhail Volkov. — lo miró con absoluta devoción.
—Es bueno saberlo, sería muy malo para mi ego, que no me amases tanto como yo a ti— le besó la frente.
—Quiero que está noche sea solo para nosotros— susurró.
—¿Una propuesta indecente?— le preguntó conteniendo la risa.
—La más indecente de todas, señor Volkov— le advirtió— yo me encargaré de todo, tu solo debes estar dispuesto a olvidarte de todo, solo por esta noche.
—Concedido— le besó la frente— Se hará como tú digas. Ahora, a la ducha, debemos comenzar el día.
Ayudaba a Mikhail a ajustarse la corbata para bajar a desayunar, había optado por un hermoso vestido azul cielo, que le daba un aire de frescura, mientras Mikhail portaba uno de sus hermosos trajes de etiqueta. El celular de Violeta sonó, reclamando la atención de ambos.
—Una llamada madrugadora — dijo en tono burlón.
—¿Celoso?
—No— sonrió — confío en ti — Violeta sonrió y caminó para tomar su celular y en cuánto observó la pantalla, frunció el ceño— ¿Quién es?
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