Violeta observó fijamente a Mikhail, maldijo internamente al italiano que había llegado a destilar su veneno.
—No deberías poner gran cuidado en lo que Esteban dice— se giró dándole la espalda y arrojando el teléfono a la cama, cerró los ojos con fuerza intentando tranquilizarse un poco.
—Sé quién es Esteban. . .
—Solo quiere generar conflictos entre nosotros— lo interrumpió, girándose nuevamente para ver sus hermosos ojos.
—Si, eso es cierto, a Bellancinni le encanta generar conflictos — la miró a través de una mirada perspicaz — pero no es un hombre que da puntada sin dedal— su rostros era sombrío, lleno de preocupación — me estás ocultando algo Violeta, y no me agrada— la ternura había abandonado su voz— si intenta generar molestias es porque sabe que puede hacerlo. Vamos, dilo de una vez.
—No es necesario, Mikhail. . . por favor.
—Violeta. . . dime, ¿de qué habla Bellancinni?, ¿ me lo dirás tú o quieres que yo le llamé y lo averigüe por mi cuenta?— Violeta sintió que se quedaba sin reparación, la tenía cercada y lo sabía. Ella podría decirlo sin darle mayor importancia, pero sabía que Esteban inyectaría mucho veneno en su historia. —¿Y bien?— ella lo miró fijamente, intentando encontrar las palabras adecuadas. Fue entonces cuando Mikhail sacó su celular del bolsillo de su chaqueta— lo averiguaré por mi cuenta— dijo comenzando a marcar números.
—Esteban Bellancinni y yo, fuimos amantes— dijo rápidamente. Bien, ya lo había dicho, ahora que ardiera Rusia, de ser necesario. Mikhail Volkov, empequeñeció sus ojos, con lentitud dejó de marcar números y lentamente devolvió el celular al bolsillo de su chaqueta.
—¿Amantes?— su mandíbula se tensó.
—Amantes es una palabra muy. . . grande. Fue mi cliente en algunas ocasiones.
—¿Y por qué no me lo habías dicho?
—No lo sé — lo miró con ojos llenos de lágrimas— supongo que porque es una etapa que quería olvidar.
—¿Olivia, lo sabe?— quiso saber.
—Por supuesto que no— le respondió horrorizada.
—¿Por qué?, ¿No crees que merece saberlo?
—¡No es importante, nunca lo fue!— dijo mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas.— Mikhail, ¿Estás. . . enojado?
—¿Cómo podría estarlo?— caminó hasta ella y la abrazó, Violeta se refugió entre sus brazos, suspirando aliviada— digamos que. . . me sorprendió, pero no del todo, sé perfectamente a qué te dedicabas cuando nos conocimos, lo que si me enoja es que no me lo hayas dicho.
—Te juro que no fue importante, de hecho, Esteban lo usa porque sabe cuánto me desagrada. Siempre me hizo sentir solo como un trozo de carne, nunca me dió valor y me trataba con indiferencia, de hecho, decía que solo era una frígida frustrada, y que atender clientes era perfecto para mí, porque yo no era capaz de sentir algo.
—¡Maldito infeliz!— dijo enojado abrazándola con fuerza.
—De cierto modo, tenía razón,.solo sentía un profundo asco por mi misma,por mi padre que me.obligaba a aquello, sentía odio por la vida que llevaba, porque creía que me merecía algo más.
—Lo mereces, claro que lo mereces. Eres un alma buena, que tuvo la desgracia de verse rodeada por personas miserables.
—Hasta que llegó Olivia— sonrió — ella llegó a vivir con nosotros y nació en mi la necesidad de protegerla, y aunque fallé, ella me impulsaba, me daba ánimos.
—Violeta. . . Olivia merece saberlo.
—¿Y si me odia?— su labio inferior tembló.
—Olivia jamás te odiaría— le besó la frente.
—Lo hablaré con ella, lo prometo, solo dame tiempo.
—No necesitas mi aprobación o mi tiempo, se lo debes a ella, te lo debes a ti misma, tú sabrás cuando sea el momento indicado.
—Gracias. . . ¿Y sigue en pie lo de esta noche?— preguntó mirándolo con ojos brillosos a causa de las lágrimas.
—Eso espero, porque voy a deshacerme de todos mis pendientes muy temprano— le dedicó una sonrisa.
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Mikhail y Violeta, bajaron al desayunador, tomados de la mano, al llegar, Violeta sonrió feliz y el ruso frunció el ceño ante la imágen.
—¿Sucedió algo?— preguntó preocupado.
—¿Debería?— preguntó su madre enarcando una ceja — los estábamos esperando para desayunar juntos.
—Bueno es que. . . me asustan las reuniones familiares matutinas— dijo burlón, estaban presente su madre, sus hermana, Olivia y un serio Jarvis — si mi memoria no me falla, nunca visitas tan temprano, madre.
—Hoy quise hacerlo. ¿No puedo?, ¿ quieres que me vaya de tu casa?— preguntó en tono ofendido.
—¡Por Dios, madre!, ¡Por supuesto que no, no seas dramática!
—No es para nada dramatica— intervino Varenka— al parecer no estás feliz de vernos. Y nosotros queriendo pasar tiempo en familia.
—Estamos encantados de recibirlas— dijo Violeta, besando la mejilla del trío de mujeres, luego la frente de su prima para sonreír a Jarvis dando los buenos días — nada mejor para iniciar el día, que un desayuno familiar. ¡Vamos todos a la mesa!
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