—Yo. . . solo quiero irme, vayamos a otro lugar. . . por favor, vámonos— su voz temblaba sin poder controlarse.
—Por supuesto lo que no, dime qué ocurre— la miró horrorizada, Violeta parecía a punto de desmoronarse frente a ella, se supone que le había prometido a su hermano, hacía un minuto que Violeta pasaría un día maravilloso, y ahora resulta que ella parecía estar sufriendo, en vez de estar feliz. ¡Mikhail iba a matarla!
—La mujer de la tienda se negó a atenderme— presionó las manos con fuerza convirtiéndola en puños, no superaba el mal trato y la humillación que le había hecho pasar esa mujer.
—¿Por qué?— Varenka frunció el ceño.
—Dijo que los diseños exceden por mucho mi presupuesto.
—¡Esa es una tontería!— dijo Varenka enojada.
—Creo que una blusa y unos jeans, no fueron la mejor opción para hoy— se encogió de hombros.
—Eso es más tonto aún— dijo furiosa— ¿Con qué derecho?, ¡Es una estúpida!
—Déjalo pasar— le respondió Violeta encogiéndose de hombros nuevamente.
—Por supuesto que no— dijo decidida— la pondré en su sitio.
—No vale la pena y el esfuerzo— la tomó del brazo— déjalo, mejor vayamos a alguna otra tienda.
—Por supuesto que iremos a otro lugar, no le compraremos absolutamente nada, pero primero le dejaré las cosas claras, entremos, y ustedes— les dijo a los hombres— vienen con nosotras. Varenka dió pasos rápidos entrando al lugar, Violeta suspiró agotada, lo menos que quería era crear un conflicto, se supone que aquel día, sería un día para relajarse. Así que viéndola entrar, dos hombres ingresaron tras ella y otros tres la observaron.
—¿Señora?
—Si, vamos— dijo con un suspiro, un hombre entro, ella detrás de él y luego los otros dos hombres de seguridad.
—¡Señorita Volkova, que alegría tenerla por aquí!— dijo la joven mujer, acercándose a ella con paso firme y elegante.
—Quisiera decir lo mismo, pero no es así— su tono era duro y denotaba desprecio.
—¿A qué se refiere?, ¿hay algún problema?— la miró preocupada, con ojos enormes.
—Dime algo, ¿Mi conjunto deportivo es impedimento para entrar aquí?
—Por supuesto que no, señorita Varenka, cualquier cosa que usted use la haría ver preciosa— le regaló una enorme sonrisa— pero. . . ¿ocurre algo?, ¿parece enfadada?
—De hecho, lo estoy, y mucho— dijo de manera directa, sin apartar los ojos de la mujer.
—¿Podemos hacer algo por usted?— preguntó con amabilidad.
—No lo creo. . . Violeta, ven por favor— Violeta contuvo el suspiró, había permanecido detrás de los hombres para evitar así ver nuevamente a la mujer despreciable. Salió de su escondite y caminó hasta llegar junto a Varenka, la mujer la miró y abrió los ojos de forma enorme, paseaba la mirada entre ambas mujeres.
—Yo. . .
—¿Es ésta la mujer que se negó a atenderte?— le preguntó.
—Si, ella es— aseguró Violeta con la mirada fija en la mujer.
—Yo. . . señorita Volkova. . .
—Dime algo, Nadia— la miró fijamente, el tono de Varenka era frío, cortante— ¿Desde cuándo el presupuesto de los Volkov es insuficiente para comprar en ésta boutique?
—Hay un error, señorita Volkova, yo. . .
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