Entrar Via

Esposo Mafioso, quiero el divorcio. romance Capítulo 1

—No puede ser.

Su voz sonó quebrada al contemplar la escena frente a ella.

Su hermana estaba viva, había corrido a su casa para encontrarla y se llevó una sorpresa inesperada pues su esposo también estaba ahí.

—Dimitry…

Aunque susurró su nombre él no pudo oírla, sus labios estaban siendo besados por la única mujer a la que siempre amó. Tan embelesado por ella como desde la adolescencia estuvo.

—Esta vez sí estaremos juntos. Te daré muchos hijos…

Mientras hablaba Natalya llevó una de las grandes manos de Dimitry a su vientre.

Satarah ahogó un sollozo sintiendo como su corazón se quebraba en ese instante. Parecía estar en una pesadilla.

¿Cómo iba a competir con su hermana? Desesperada se dio la vuelta para irse, no podría soportarlo por más tiempo..

—¿Satarah? Detente.

Temblorosa y llena de dolor jugueteó con su anillo de bodas sintiendo que todo lo que había vivido en esa casa era un sueño lejano. Una dulce mentira.

—Te dije que te detuvieras ¡¿No me oyes?!

La mano firme de su esposo se cerró con fuerza sobre su brazo impidiendo su huida. Dimitry la giró para que lo mirara.

—Y-yo no quería interrumpir.

Los ojos oscuros de su esposo estaban fulminantes sobre su rostro. Su mandíbula se mantenía firmemente apretada analizando la expresión de Satarah que parecía indiferente.

—Natalya, ve a la habitación, pasaré por ti más tarde —esta vez su voz sonó mucho más suave al dirigirse a la hermana de Satarah.

Natalya no parecía ser la misma que ella recordaba.

Antes de acatar la orden de Dimitry miró de manera fulminante a Satarah incrementando aquel sentimiento de traición.

—Ayuda a tu hermana a instalarse —La brusquedad en su tono solo le recordó a Satarah su lugar en la vida de Dimitry.

—¿E-ella se quedará aquí?

La agonía para la mujer iba en aumento con cada segundo que pasaba.

—¿Quieres que la echemos a la calle? ¿Cuándo te volviste tan mezquina Satarah? Es tu propia hermana, volvió de la muerte ¿Y tú cuestionas su estancia aquí? —preguntó despectivamente.

Satarah se encogió agachando su rostro avergonzada y al mismo tiempo lastimada, no quería que él viera las lágrimas en sus ojos.

Tenía sentimientos encontrados porque aunque amaba a Natalya no podía olvidarse de lo que acababa de presenciar en aquella misma sala. Además su hermana tenía a su madre, no se quedaría en la calle pero en lugar de decirle eso a Dimitry se limitó a acceder como si nada.

—Tienes razón, lo siento mucho es solo que me sorprendió. Iré a ayudarla.

Dimitry parecía irritado, pasó una mano por su cabello. Con su mirada repasó el cuerpo de Satarah e hizo una mueca desdeñosa.

—Y cámbiate esa m*****a ropa. Me avergüenza que utilices esos trapos en la calle, ¿qué demonios crees que piensan todos cuando ven a la mujer del Pakhan vestida así?

Otro golpe directo a su corazón, Satarah estaba luchando por no quebrarse, aunque no era sencillo. Respiró profundo y asintió.

—Te haré sentir orgulloso, señor.

—No me toques —rugió la voz de su hermana.

De repente Natalya la empujó y abofeteó su mejilla ocasionando que Satarah la observara con los ojos llenos de lágrimas.

—¡Tú me lo robaste todo, lo sé!

Ella se sintió angustiada por la acusación de su hermana.

—Yo te lo puedo explicar todo…

—No quiero, mantente lejos de mí. Eres una intrusa, te aprovechaste de que tienes mi misma cara para quitármelo ¿Verdad? ¡Seguramente fuiste tú quien me mandó a matar!

Satarah gimió llevando ambas manos a su boca ahogando los sollozos que salían de esta.

—No, no. Yo nunca…

—Siempre me envidiaste Satarah pero todo lo que me quitaste será mío de vuelta. Sobre todo Dimitry. Haré que te pida el divorcio y nos casaremos. ¡Pagarás por lo que me hiciste!

Si saber cómo responderle y sintiendo la punzada dolorosa en su corazón Satarah se fue a encerrar en la habitación que compartía con Dimitry. Se dejó caer en el suelo del baño sin poder dejar de llorar.

Quería odiar a su hermana pero lo cierto es que ella había sido la intrusa, Natalya tenía razón. Dimitry se había visto obligado a casarse con ella y aquellas eran las consecuencias de un matrimonio sin amor.

—Supongo que esto estaba destinado a pasar. Él nunca fue mío.

Miró su alianza, el símbolo de la mentira de aquel matrimonio que pesaba en su espalda. Esta vez se la quitó y se levantó para dejarla sobre el lavabo. Clavó sus ojos en el espejo mirando lo patética que se veía.

—Que estúpida he sido… creer que él me querría a mí. Probablemente siempre la vió en mí. Siempre he sido el fantasma de Natalya, nada más que su sombra.

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Esposo Mafioso, quiero el divorcio.