El aire de New York, se sentía tan denso y pesado como Katherine lo recordaba. La nieve había comenzado a caer, y de a poco, el suelo y las altas copas de los árboles comenzaban a pintarse de blanco hacia el exterior del aeropuerto, mientras esperaban por sus maletas y por María quien había ido a los sanitarios, la habían traído consigo para que cuidase de los gemelos. Hacía frío, aunque quizás, no tanto como en Londres, donde había estado viviendo casi los últimos seis años de su vida…sus hijos, habían nacido en aquel país al que decidió marcharse junto a su padre para comenzar una nueva vida…y para preparar su venganza.
— Cielos, los estadounidenses sí que son extravagantes, mira todas esas luces que se ven en la ciudad en esa fotografía, seguro las personas que viven en los departamentos cercanos en el centro de New York, no deben de lograr un sueño reparador por las noches. — dijo Jackson Evans quien sostenía entre sus brazos a la pequeña Emma.
Katherine sonrió por el comentario.
— Existen cortinas que no dejan entrar la luz, Jackson, yo soy norteamericana y no creo ser tan extravagante como imaginas que somos. — respondió Katherine.
En su lujoso auto deportivo, Henry atravesaba a toda prisa la ciudad de New York, para llegar al aeropuerto internacional Kennedy. Su corazón latía desbocado, mientras sus vividos recuerdos de aquellas apasionadas noches que una vez compartió con Katherine Holmes, lo golpeaban sin piedad. Quería verla, aun y cuando ella ya no fuese nada más que su exesposa y hubiese formado junto a otro hombre una familia, quería verla de nuevo.
La nieve caía sin detenerse, y a pesar del frio invierno, Henry Bennett sentía su corazón calentarse.
Después de casi cuarenta minutos, y de recoger sus maletas y esperas a la vieja nana María, todos caminaban hacia el exterior del aeropuerto, sin percatarse ninguno de que eran sigilosamente seguidos por Jhon Bennett.
—Entonces, pasado mañana se realizará el desfile de modas en el que mostraras tus nuevos diseños. Es bastante curioso que sea realizado justamente el día de tu cumpleaños, ¿Harás algo para celebrar después del desfile? — cuestionó Jackson.
Katherine negó. — No me gusta celebrar mi cumpleaños, quizás solo beba un poco de chocolate caliente con mis niños mientras miramos películas infantiles. — respondió la rubia entre risas.
Jackson sonrió. Aquella mujer le había gustado desde el primer momento en que la había conocido hacia cinco años atrás, y poco a poco se había enamorado perdidamente de ella. Secretamente Jackson esperaba volverse más cercano a Katherine en aquel tiempo que pasaría con ella en New York.
—Bueno…eso suena a un buen plan para mí, espero estar invitado. — dijo Jackson.
—Si mamita, tomemos chocolate caliente y veamos al ratón. — pidió Gabriel siendo secundado por su gemela Emma.
—¿Quiere que le prepare lo mismo de siempre para su cumpleaños señora? — cuestionó María.
Katherine sonrió. — Si, eso sería bueno. — respondió.
Sin embargo, una vez que salieron completamente del aeropuerto, Katherine frunció el entrecejo al mirar como varios hombres que llegaban en autos negros, les impedían avanzar hacia el vehículo que había previamente rentado para trasladarse a su lujoso departamento en la ciudad.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡Exesposa al ataque! Ceo, tengo a tus gemelos.