—¿De verdad tenemos que hacer esta m****a? —murmura Julian, mientras aparca su McLaren frente al restaurante. Se pasa una mano por el cabello y gira su rostro para mirar a Max, con cara de pocos amigos—. Me parece algo ridículo acudir a una cita a ciegas. Es algo que solamente haría alguien que no tiene oportunidad con las mujeres.
—Vamos, hermano. Deja de ser tan amargado y solo diviértete. Te aseguro que nos la pasaremos muy bien con estas chicas —lo anima Max, dándole una palmada amistosa en el hombro.
—Si a que la pasaremos bien con ellas te refieres a que tendremos sexo salvaje, me parece bien. Pero, si tendremos que sentarnos allí a escuchar conversaciones estúpidas y fingir que nos causan gracia los comentarios que hacen, desde ya te digo que me levantaré de esa mesa y me largaré.
—¿En serio para ti lo único que importa es el sexo? —reprocha Max, levantando las cejas. Se arregla el traje y coloca su mano en la manija de la portezuela, para abrirla—. Te aseguro que eso no es lo único importante en la vida. Hay otras formas de pasarla bien con las mujeres y sentirte bien.
Abre y sale.
Con una mueca arrogante en su rostro, Julian hace lo mismo y se acomoda la chaqueta de su traje, antes de girarse para ver a su amigo por encima del coche.
—Eso es porque tú eres un aburrido y mojigato —replica. Coloca la mano en la portezuela y cierra—. Mejor vamos, antes de que me arrepienta más de lo que ya lo estoy.
Rodea el capó, le entrega las llaves al valet parking y se reúne con su amigo, quien posa su brazo en sus hombros y se ríe.
—No te vas a arrepentir —asegura—. Emily me dijo que su amiga es fabulosa.
—Espero que con fabulosa se refiera a que está muy buena, no a que es divertida y esas tonterías que no me interesan en absoluto.
Max vira los ojos y se ríe con jocosidad, mientras quita su brazo de los hombros de Julian y cruzan la puerta del restaurante.
Al ser atendidos por el maitre , Max le informa que van a reunirse con dos personas. Dan la información y el hombre les indica que ya los están esperando, antes de guiarlos hasta su mesa.
—Allí están —indica Max, codeando las costillas de su amigo con ánimo, cuando sus ojos encuentran a Emily.
La mirada de Julian se posa en el punto hacia el que los ojos y la cabeza de Max están apuntando y rápidamente estrecha la mirada, volviendo sus ojos dos rendijas, cuando mira a las dos mujeres. Una es una pelinegra atractiva, pero, la otra...
—¿Cuál es Emily? —indaga, esperando que sea la gorda y que la que a él le toca sea la otra.
—La de cabello moreno —responde Max, con los ojos centelleando de emoción.
Julian se detiene de presto, contrariado por lo que acaba de escuchar.
—¿Qué? ¿Qué te pasa? —cuestiona Max, girándose para verlo.
—¿Me estás tomando el pelo? —exclama Julian, indignado—. ¿Es esto una puta broma de tu parte?
Max se acerca mucho más a él y coloca una mano en su hombro. Posa su rostro a un lado de la oreja de su amigo y baja lo más que puede la voz, para que los demás no escuchen lo que están hablando.
—¿De qué broma estás hablando? —susurra—. ¿Qué es lo que pasa contigo?
—¿Acaso no lo ves? —La voz de Julian se exalta un poco—. ¡Esa chica es una gorda!
—Julian, por favor, cálmate —insiste Max y oprime su hombro, para tratar de tranquilizarlo.
Con un movimiento brusco y una manotada, Julian aparta la mano de Max y le gruñe con ferocidad.
—No me jodas y no me pidas que me tranquilice. Sabes muy bien que yo no le hago obras de caridad a gordas, ni a feas.
—¡Julian! —Max lo reprende—. No te comportes como un maldito canalla. Al menos, acércate, saluda y luego finges que te ha salido un compromiso de emergencia y te vas, pero no me hagas pasar una vergüenza como esta.
Tragando grueso y lanzándole dagas con los ojos, Julian lo mira y chasquea la lengua con rabia.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: GORDITA, PERO FABULOSA