Haciéndolo mío romance Capítulo 50

Le mostré una pequeña sonrisa a Melissa y dije:

—Tú eres la única aquí que me ha tratado de manera justa. Gracias por eso, Melissa.

Aunque ella y yo no éramos muy cercanas, yo ya la consideraba mi amiga porque nunca me menospreció ni se burló de mí.

Los guardias de seguridad me flanquearon y me tomaron por los brazos, listos para sacarme. Sin embargo, era un total insulto para mí que me echaran. Por ello, le lancé una mirada feroz a César y me liberé de los guardias.

—¡Puedo caminar yo sola! —grité.

Luego de eso, tomé mi bolso y estaba a punto de salir cuando escuché una pequeña conmoción. En ese momento, un empleado que estaba cerca de la puerta exclamó:

—El señor Sosa está aquí. ¡Oh, por dios! ¡No puedo creer que esté en nuestro departamento!

«¿El señor Sosa? ¿Miguel?»

Sentí pánico pues la primera persona en la que pensé fue Miguel. Por alguna razón, mi corazón comenzó a latir de forma frenética.

«¿Qué hace Miguel aquí? ¿Será por mí?»

Miguel llevaba un traje negro, el cual complementaba su figura alta. Caminó con su expresión fría de siempre y sus ojos indescifrables color obsidiana. Su rostro esculpido era maravilloso pero intimidante y su aura amenazante mantenía a las personas alejadas de él.

Esta era la primera vez que lo veía tan serio. Su presencia imponente era mucho más fuerte de lo normal; no podía negar que este hombre había nacido para gobernar. Había dos secretarias siguiéndolo con la misma expresión seria. Mi corazón seguía latiendo frenéticamente mientras mis ojos seguían cada uno de sus movimientos.

César también se quedó aturdido por un momento. Cuando por fin volvió a sus sentidos, se apresuró a saludar a Miguel. Al estar frente a él, mostró una sonrisa halagadora y preguntó con cautela:

—¿Qué lo trae por aquí, señor Sosa? ¿Lo puedo ayudar en algo?

Miguel me miró de forma casual antes de preguntar:

—¿Qué está sucediendo aquí?

Mi corazón se detuvo cuando nos miramos a los ojos, pero solo fue un momento fugaz porque al siguiente instante, él desvió su mirada y no volvió a mirarme. Cuando me vio, sus ojos carecían de emoción, como si yo solo fuera una extraña para él. Aunque había que él no quería que nadie supiera sobre nuestra relación, su comportamiento impasible me decepcionó. Al final, lo nuestro era solo sexual. Además de eso, no había emociones involucradas; para él, quizás yo solo era una herramienta para satisfacer su apetito sexual.

César entró en pánico al escuchar la pregunta de Miguel.

—¿Acaso necesito volver a preguntar?

Antes de que César pudiera formular una respuesta, Miguel había fruncido el ceño ligeramente y su mirada se volvió helada.

Capítulo 50 La llegada de Miguel 1

Capítulo 50 La llegada de Miguel 2

Capítulo 50 La llegada de Miguel 3

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío