—No lo hice por ti. César ha hecho muchas cosas que han perjudicado a la empresa. No había manera de que lo dejara quedarse.
Justo cuando mi corazón se sentía lleno de emoción, las palabras de Miguel me cayeron como un balde de agua fría.
«Entonces no lo hizo por mí, sino porque ya tenía la intención de deshacerse de él. Supongo que solo fueron ilusiones mías»
Me sentí un poco abatida, así que desvié la mirada y respondí:
—Ah. Ya veo.
Miguel se giró para echarme un vistazo, pero no dijo nada más. Mi pecho se sentía apretado, con un sentimiento inquietante.
Todo lo que había planeado decirle a Miguel se había quedado atorado en mi garganta. El silencio creció entre nosotros. Cuando llegó a un punto sofocante y estaba considerando salir de su auto, Miguel habló de nuevo:
—¿Me pediste que nos viéramos por eso?
Como de costumbre, no sabía lo que él tenía en mente. Al escuchar su pregunta, contuve mi decepción y respondí en un tono monótono, fingiendo indiferencia.
—Sí. Quería agradecerte, pero al parecer ya no es necesario.
—En lugar de agradecerme con palabras, podrías hacerlo con acciones si de verdad te sientes agradecida —dijo Miguel y luego inclinó su rostro hacia el mío. Podía sentir su cálido aliento, haciendo que sintiera cosquillas por toda mi piel.
—¿Qué tipo de acciones?
Observé su rostro atractivo que estaba a centímetros del mío y mi corazón comenzó a latir frenéticamente pues podía imaginarme a lo que se refería.
—Además de tu cuerpo, ¿crees que hay algo más de ti que me interese? —dijo Miguel con su mirada fija en mi pecho y con su dedo índice, abrió un poco el cuello de mi camisa de forma sugestiva. En ese momento, era obvio lo que estaba queriendo decir.
«¿Solo piensa en sexo cuando me ve?»
—¿El sexo es el único lenguaje entre nosotros, Miguel?
Aunque éramos amigos con derecho, en ese momento esperaba que el sexo no fuera la única razón de vernos. Sentía que cada que estábamos juntos, mi único propósito era satisfacer sus deseos. Pensar en ello me hacía sentir un poco mal.
Miguel me miró de forma peligrosa y dijo:
—Además de sexo, ¿tenemos otra cosa de qué hablar?
Sus ojos negros y profundos parecían remolinos que podían succionar mi alma. Mi corazón se aceleró mientras lo observaba, pero al darme cuenta de lo que quiso decir, mi expresión cayó al instante. Desvié mi mirada de inmediato para esconder mis emociones. Al escuchar las palabras de Miguel en mi mente, mi corazón se sentía cada vez más desalentado.
«Tiene razón. Hemos tenido un acuerdo desde el principio. Además de sexo, no hay nada más entre nosotros»
—¿Quieres ir a otro lado hoy?
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