—¡Sí, te estoy reprochando! ¿Qué tiene que ver mi relación con Raúl contigo? ¡No tienes ningún derecho para investigar sobre él! —volví a regañar a Miguel en voz alta mientras le daba una mirada amenazante.
«Lo admito, yo sentía algo por él; sin embargo, ¡eso no significa que él tiene toda la voluntad de interferir en mi vida!»
Yo ya había decidido en salir con Raúl, por lo que era de esperarse que me enojara con Miguel por haberlo investigado.
—No vuelvas a oponerte en mí contra, Andrea. ¡Hay un límite a mi paciencia!
El rostro de Miguel era sombrío y en su mirada emanaba su enojo mientras me miraba.
—Detén el auto. ¡Me voy a bajar!
La manera en la que se estaba comportando era bastante irrazonable y no tenía ni idea de lo que él quería en realidad. Habíamos acordado en terminar de manera amistosa, pero todo lo que había estado haciendo recientemente me había hecho enfurecer muchísimo. Su apariencia apuesta me daba escalofríos, empezaba a comportarse como si no me escuchara; no detuvo el auto, pero sí aceleró.
En ese momento me di cuenta de que parecía que me estaba llevando a su casa.
—¿A dónde me llevas, Miguel? ¡Te dije que me quiero bajar!
Seguí golpeando la puerta del auto, pero sin resultado alguno. En ese momento, fui apoderada por el deseo de maldecirlo.
«¡Argh! Él me había puesto ahora contra la espada y la pared. Me arrepiento tanto de haber aceptado su estipulación por esos doscientos mil. Mi vida sería más pacífica de no haber aceptado en aquel entonces. Pero pensándolo bien, él solo me dio esos doscientos mil gracias a esa estipulación; de no haber aceptado, él no me los hubiera dado.»
—Andrea, tú eres la primera mujer que tiene tanta prisa en cortar lazos conmigo. ¡Y te aseguro que tú serás la última en hacerlo!
La voz profunda y tensa de Miguel resonó en el auto y me volteó a ver con un brillo en sus ojos que me advertían del peligro. Mi corazón se tambaleó, pues no podía entender bien el significado de sus palabras; a decir verdad, él había estado actuando muy extraño y fuera de su manera usual de ser.
Yo no quise discutir con él, por lo que me obligué a mantenerme calmada.
«Debo de controlar mi temperamento; después de todo, él salvó a mi papá al darme esos doscientos mil en aquel entonces.»
—Dime qué es lo que quieres en realidad, Miguel —le pregunté de manera apacible, hacía mi mejor esfuerzo por sonar relajada mientras miraba su perfil.
—Escucha bien, Andrea. Tú eres mi mujer, y yo soy el único que puede proponer que terminemos nuestra relación de aquí en adelante —dijo Miguel de manera dominante, ni siquiera me proporcionó una mirada mientras lo hacía; en cambio, continuó acelerando en la carretera. Yo ya estaba haciendo lo imposible por controlar mi enojo, pero por poco estallaba cuando escuché lo que dijo.
—¿Entonces se supone que deba ser tu amiga con derechos por el resto de mi vida si tú jamás decides terminar nuestra relación? —estaba nerviosa, pero le reclamé mientras miraba su perfil e ignoraba el pánico que me apoderaba.
—Por medio año más, en ese caso. Haré terminar nuestra relación en medio año. Además, te lo voy a compensar una vez que nos separemos.
Miguel desaceleró el auto, su voz ya no sonaba tan indiferente como antes. Fruncí el ceño cuando dijo que me lo iba a compensar una vez que nos separáramos; para ser honesta, me sentí insultada. No niego que lo seduje con toda la intención de hacerlo por esos doscientos mil en aquel entonces, pero no tuve más opciones debido a la condición de mi padre. Daba al parecer que ahora él me había colocado en el rango de una cazafortunas. Puede que no me hubiera molestado si hubiera sido alguien más, pero por alguna razón que no podía explicar, me sentí desconcertada cuando esas palabras salieron de él.
—Yo no necesito de tu dinero. El único motivo por el que te pedí esos doscientos mil era porque mi padre lo necesita para su tratamiento en ese momento, pero ya no.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Haciéndolo mío