Muchas de las empleadas estaban emocionadas, pero yo estaba preocupada.
«¡Si va a estar aquí por los próximos seis meses, voy a estar viendo a Miguel cada día! ¡Oh, Dios!»
No podía juzgar si lo que sentía era deleite o agitación con la idea de que lo vería todos los días.
«¿Podremos mantener nuestra relación en secreto si nos estaremos viendo todos los días?»
Miré hacia los ojos de Miguel, pero, por pura coincidencia, él ya estaba mirando en mi dirección. Sus labios se juntaron en forma de un arco y eso sumó a su ya deslumbrante apariencia. Unas de las empleadas con ojo de halcón lo vieron mirándome y me empezaron a mirar con envidia. Alejé mi mirada y ya no quería seguir viéndolo cuando ya tenía suficientes ojos viéndome mal. En ese momento, no pude evitar compadecer de mí.
«¡Maldición, esa mirada debió de haberme hecho enemiga de muchísimas personas! ¡Las mujeres son verdaderamente aterradoras cuando están celosas!»
Melissa también notó la mirada de Miguel que cayó en mí y empezó a golpetear la mesa por la emoción que sentía.
—¿Viste eso Andrea? ¡El señor Sosa te volteó a ver!
Solté un suspiro de exasperación cuando escuché su comentario.
«¡Cielos! ¡Ahora me pregunto qué pensarán esas mujeres que idolatran a Miguel cuando incluso Melissa está así de emocionada!»
Después de ese vistazo, Miguel retiró la mirada; pude respirar más tranquila cuando ya no me estaba mirando.
Dado que él iba a establecer una oficina aquí, muchas de las empleadas se habían ofrecido como voluntarias para ayudarlo con el objetivo de tener más oportunidades de estar en contacto con él. Para evitar que los demás supieran sobre nuestra relación y hacer enemigos en la oficina, decidí enfocarme rápidamente en el trabajo.
El tiempo voló y el día terminó, así que tomé mis cosas y me fui tan pronto fue hora de salir del trabajo. Sin importar qué, yo estaba decidida a decirle a Natalia sobre la infidelidad de Jaime esa misma noche. No iba a permitir que esto durara un segundo más.
Acababa de salir del edificio de mi trabajo cuando escuché mi celular sonar y, cuando me percaté que era Natalia quien me estaba llamando, le contesté con rapidez.
—Natalia, tengo algo que debo decirte cuando llegué a casa, es algo muy importante —vomité las palabras en el segundo que contesté la llamada, ya que estaba preocupada.
—Yo también tengo algo que contarte, Andrea. ¡Son buenas noticias!
Natalia sonaba emocionada del otro lado de la llamada.
—¿Cuáles buenas noticias? —le pregunté en mi confusión y con mis cejas fruncidas.
—Yo…
Natalia empezó dar vueltas a mi pregunta. Me empecé a sentir más nerviosa en ese momento.
—¿Qué es lo que ocurre? Escúpelo.
Por alguna razón, empecé a temer que algo estuviera mal, aunque ella aún no me había dicho cuáles eran las buenas noticias. Después de todo, solo había unos cuantos temas que la harían dudar y que le dieran vergüenza hablar, dada su actitud de indiferencia habitual. Era de esperarse que las palabras que pronunció después fueran como si me impactara un rayo.
—Andrea, la otra noche estuve con Jaime y nosotros… lo hicimos…
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