Lin Yuzhen estaba sorprendida. Igual Xu Ming. Todos en la casa estaban sorprendidos.
Los líderes de bajo nivel que estaban detrás del gobernador aguantaron la respiración y les tomó un buen rato reaccionar. ¿El gobernador había venido con tanta prisa a Xiancheng sólo para desearle feliz cumpleaños a una señora mayor? Era una locura.
Antes de que pudieran reaccionar, no obstante, el gobernador se dirigió a la abuela Su y le dio un cálido saludo de mano:
-¡Feliz cumpleaños, abuela Su!
La abuela seguía en estado de shock. Pero cuando vio que Xu Ming palidecía de miedo, se dio cuenta de que ese hombre era alguien de posición muy alta.
-¡Gracias! ¡Qué amable! -respondió la abuela Su.
Uno tras otro, los líderes de Xiancheng se acercaron con grandes sonrisas y saludaron con calidez a la abuela Su y le expresaron sus buenos deseos. Para el gobernador Zhang, sólo eran líderes de bajo nivel, pero para Xu Ming, ni siquiera tenía derecho de hablarle a ninguna de esas personas.
Los colegas de Xu Ming no se atrevían a decir nada. Se hicieron a un lado como si tuvieran miedo de que los vieran y estaban muy incómodos.
-¿Por qué de la nada apareció tanta gente importante?
—¡No sé!
-¿Qué está pasando?
-¿Es por esa joven, la directora Lin?
Dos personas se susurraban entre sí con el corazón retumbándoles en el pecho. Estaban aterradas.
Todos los de la familia Su estaban igual de sorprendidos. Su Hong abrió la boca para preguntar pero Xu Ming le dijo con la mirada que se callara. ¿No se daba cuenta de lo que estaba pasando? Su Hong cerró la boca de nuevo. Ella podía percibir claramente el nerviosismo y la incomodidad en la cara de su esposo. Esa expresión sólo aparecía cuando estaba con gente que eran de rango más alto que él.
—Directora Lin, estos inversionistas están aquí e insisten en reunirse con usted, así que tuve que venir a buscarla de prisa -dijo el gobernador Zhang, sonriendo-. Hay unos grandes proyectos disponibles que insisten en trabajar únicamente con el Grupo Lin y no quieren a nadie más.
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