-Sólo estaba haciendo su trabajo, no hay necesidad de castigarlo —dijo Jiang Ning.
En ese momento, el Hermano Gou juntó sus manos y respondió con apuro:
-¡Gracias, Gran Jefe! Gracias por su perdón, Gran Jefe. El pequeño Gou tendrá que esforzarse de ahora en adelante.
Temía que si Jiang Ning se enojaba, lo sacarían de ahí a patadas. Parece que el Gran Jefe era fiel a sus principios.
-Gran Jefe, sólo dígame: si quería comer aquí, ¿por qué molestarse con reservaciones? —Huang Yuming sonreía al decir esto, luego hizo un gesto con la mano para que el Hermano Gou y los demás hombres se fueran. Se volteó y le dijo a los recepcionistas:—Díganle a los demás invitados que se vayan. Su comida será gratis el día de hoy. Que no interrumpan la cena de mi jefe.
Los recepcionistas se quedaron pasmados en silencio.
Nunca habían visto que Huang Yuming tratara a alguien
con esa cortesía.
-Jiang Ning. -Los recepcionistas estaban a punto de informarle a los invitados cuando Sumei intervino-: No hagas esto, los demás sólo quieren disfrutar su comida. No es correcto echarlos de aquí.
—¿Oíste lo que dijo mi mamá? —preguntó Jiang Ning, haciendo con un gesto con la cabeza.
-Ah, sí, sí. Mi señora tiene razón. Qué desastre, espero que mi señora no se lo tome mal. -Entonces Huang Yuming sugirió-: Entonces, ¿vamos a mi salón privado?
Jiang Ning no puso peros, así que fue el primero en ir y los condujo a un lujoso salón. La habitación sólo la usaba Huang Yuming y nadie más podía entrar. Pero ya que Jiang Ning estaba ahí, quería darle sólo lo mejor. Lin Wen y Sumei no pudieron sino soltar un soplido de sorpresa ante ese salón que era aún más grande que su propia casa. Y la decoración definitivamente valía una fortuna. ¿Cómo es que Jiang Ning tenía tal posición?
-¡Uno de cada uno de nuestros mejores platillos! -ordenó
Huang Yuming-, Mi señor, ¿qué le gustaría beber?
Un Wen se quedó inmóvil. Sabía que las bebidas eran caras ahí, así que hizo un gesto con las manos.
—Sólo agua.
-Eso no. Han venido a mi restaurante y sería terrible si no les sirviera como mejor puedo.
Ordenó que trajeran el mejor moutai.
Huang Yuming podía darse cuenta, por las extrañas expresiones de Lin Wen y Sumei, de que tenían mucha curiosidad por saber cómo estaba relacionado con Jiang Ning.
-Mi señor, mi señora, no hagan reverencia. Conozco al Gran Jefe desde hace mucho tiempo -explicó-. En aquel entonces, los dos éramos indigentes y casi moríamos de hambre en la calle. Si no fuera por ese pan que me compartió el Gran Jefe, no habría ningún Huang Yuming hoy.
»Así que no me hagan reverencia. Este restaurante es prácticamente el restaurante del Gran Jefe. Cuando quieran, sólo vengan. Dejaré este salón para que lo usen ustedes y todo lo que coman será gratis siempre.
Lin Wen y Sumei quedaron aún más sorprendidos. ¿Gratis? Esta comida costaría varios miles de dólares. ¿Era gratis sólo porque él lo decía?
Lin Wen reconoció de inmediato la botella de Moutai que trajo el mesero. Esa botella sola costaría una fortuna.
-Esto...
Ni esposo ni esposa sabían cómo reaccionar. Ni siquiera sabían cómo rechazarla.
—Mamá, papá, no se preocupen. Es como un hermano para mí.
Huang Yuming estaba tan feliz que sintió que podría volar. ¿Oyeron eso? El Gran Jefe dijo que era como un hermano para él. ¡Qué honor y qué privilegio!
—Muy bien, vuelve a lo que estabas haciendo —dijo con calma Jiang Ning.
-Claro, claro. Gran Jefe, Jefa Yuzhen, mis señores, tómense su tiempo para comer. ¡Pidan lo que quieran!
Huang Yuming se despidió cortésmente y cerró la puerta tras él.
El salón estaba en silencio. Lin Wen y Sumei estaban tan impactados que no podían sentir nada. Su nuevo yerno les había dado sorpresa tras sorpresa.
-Tus hermanos de la Secta de los Mendigos de verdad son muy cercanos, ¿verdad, Jiang Ning? —Lin Yuzhen hizo una mueca.
No era tonta. Podía darse cuenta de que Huang Yuming y Jiang Ning no se portaban como hermanos. Era obvio que Huang Yuming lo respetaba y le temía.
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