Jiang Ning había echado por tierra a más de sesenta hombres en menos de un minuto y Lin Yuzhen todavía no recuperaba el aliento por haberlo presenciado. Los trabajadores alrededor de ella también estaban aturdidos. Les tomó un rato tranquilizarse y seguir trabajando. Pero ahí estaban amarrados esos sesenta y ocho hombres, no muy lejos de ellos. El verlos les hacía retumbar el corazón.
Mientras tanto, de vuelta en el club privado de aguas termales.
Hei Hu vestía una camisa de flores de manga corta, tenía los brazos llenos de tatuajes y una cara de pocos amigos. Aunque se mezclaba entre los círculos bajos, quería cultivar su elegancia. Era una costumbre suya beber baijiu en una copa de vino. Acababa de ganarse cinco millones, así que creyó que era apropiado celebrar.
—Jefe, una llamada. —Un subordinado entró con rapidez—. Es Huang Yuming.
Una mirada de extrañamiento cruzó los ojos de Hei Hu cuando escuchó el nombre, y la siguió una mirada de desdén.
-¿Por qué me llama? Creí que ahora era una persona importante en los círculos legales.
Huang Yuming solía mezclarse con los círculos ilegales también, pero de repente ganó terreno y ahora era un empresario exitoso. Los hombres de negocios podían hacer dinero más fácil que ellos, y los riesgos eran menores.
Hei Hu tomó el teléfono y preguntó sarcásticamente:
—¡Vaya! ¿Con que el director Huang me ha llamado en persona porque tiene negocios para mí?
-Eres muy atrevido, Hei Hu. ¿Intentaste arruinar mi proyecto? -Contrario a lo que esperaba, el tono de Huang Yuming era frío y directo—. Tengo a sesenta y ocho hombres tuyos. Quiero 6.8 millones por ellos. 0 pagas todo o ninguno saldrá de aquí.
Huang Yuming colgó después de decir eso. A Hei Hu le tembló el párpado. Sí había enviado sesenta y ocho hombres. ¿Todos habían fallado? ¿Y el proyecto estaba conectado con Huang Yuming? ¡Al carajo con Lin Qiang! Nunca le dijo nada de eso.
—¡Llámenle ahora mismo! —ordenó Hei Hu al momento.
-Jefe, no logramos contactarlo.
De inmediato comprendió que Huang Yuming hablaba en serio. Quería 6.8 millones, eso era cien mil por cada hombre. Huang Yuming sólo le permitiría rescatarlos a todos o a ninguno. Si no le pagaba, ninguno volvería. Acababa de ganarse cinco millones pero ahora tenía que soltar 6.8. Hei Hu no podía, pero sabía que Huang Yuming era tan cruel como él. Si no le pagaba, Huang Yuming no dejaría ir a ninguno de sus hombres. Pero si los demás se enteraban, podrían perder la lealtad hacia él.
-Qué jugada tan maliciosa -Hei Hu se rio con frialdad y se levantó-. Iré a ver a Huang Yuming yo mismo.
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