Antes de que pudiera terminar de hablar, la otra persona colgó. Xu Ran estaba furioso y se distrajo. Casi chocó con el auto de enfrente.
―¡Ah! ¡Ten cuidado! ―Su Hong gritó del susto.
Rápidamente, Xu Ran giró el volante y el auto rechinó mientras se las arreglaba para evitar la colisión y se quedó parado a un lado del camino mientras el otro conductor les gritaba.
―Mamá, papá… Me despidieron otra vez. ―Xu Ran estaba llorando―. El supervisor de la fábrica me había ofrecido un cigarro el otro día. ¿Cómo terminó todo así?
Xu Ming no dijo nada y Su Hong tenía la cara roja. De repente, se dieron cuenta de lo que había pasado. Aunque su relación con la familia Lin no era estupenda, nadie fuera de la familia lo sabía, así que se tomaban la molestia de cuidar de Xu Ming y su familia porque eran parientes de los Lin. Pero ahora que se habían separado de Su Mei, su justo castigo había llegado. ¿Cómo iban a vivir ahora que padre e hijo estaban despedidos?
Su Hong no pudo aguantarse y comenzó a lamentarse en voz alta. Golpeó una y otra vez a Xu Ming y se rehusaba a dejar de gritarle.
―¡Es tu culpa! ¡Todo es tu culpa! ―chillaba―. Hacer esto fue tu pésima idea. Mira lo que hiciste a la familia.
―¿Qué rayos? ―El rostro de Xu Ming estaba rojo de rabia pero ahora se había enojado más con ella porque le echaba toda la culpa―. Todo esto pasó porque eres una codiciosa. ¿Acaso creíste que todavía podrías aprovecharte de Su Mei como antes? ¡Este es tu castigo!
Los dos comenzaron a pelear en el asiento de atrás.
Mientras tanto, en el bungaló de la familia Lin la atmósfera era armoniosa y reconfortante. Fuera de la costumbre, Lin Wen se había tomado el día y se quedó hablando con Su Gang hasta que quedaron con la cara y las orejas rojas.
Lin Wen hablaba del pasado y seguía agradeciendo a Su Gang mientras le servía más vino. Habló de que realmente había querido suicidarse pero no se atrevió porque temía que Su Mei y Lin Yuzhen se pondrían tristes. En aquel tiempo, a la familia de Su Gang también le estaba yendo mal, pero aun así enviaron dinero dos veces y les mandaron su más cálido afecto y preocupación. Lin Wen se había escondido en el cuarto y se había echado a llorar esa vez.
―Eso es, sigue con eso. El Grupo Lin sólo se fija en las capacidades y no nos importan las conexiones ―asintió Jiang Ning―. Eso nunca cambiará. ―Miró a Su Yun―. Si no trabajas duro, tampoco podrás entrar aunque tus padres vengan a rogarnos. Será inútil.
Su Yun resopló.
―No tengo que entrar por la puerta trasera. Soy la leyenda de Shengcheng.
Jiang Ning y Lin Yuzhen soltaron una carcajada. La leyenda de Shengcheng estaba volviéndose muy engreída. Pero, a juzgar por los resultados habituales de Su Yun, no tendría problema para entrar a una buena universidad y al Grupo Lin después de eso. Además, Jiang Ning había dicho que por lo menos le daría una oportunidad. Si ella la aprovechaba por completo, era otra historia.
―Por cierto, vi los promocionales del concierto de Qingwu en Shenghai. ―A Su Yun se le iluminaron los ojos―. ¿Puedes llevarme, Yuzhen?

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