Esas dos palabras fueron suficiente para enloquecer a los fans. Era un tema de tendencia y disparó la popularidad de Ye Qingwu hasta la cima. Por eso los boletos de su concierto eran extremadamente difíciles de comprar.
Jiang Ning no podía entenderlo. ¿No era un simple concierto? Había escuchado a Ye Qingwu cantar y era buena, pero seguramente nadie se volvería loco por eso, ¿o sí? En todo caso, él sólo sentía que toda la música era igual. No era muy diferente de cantarla él mismo.
―¡No lo entiendes! ―Lin Yuzhen se rio alegremente cuando vio su reacción―. No sabes lo que es tener un ídolo.
―Sí lo sé ―dijo él con mucha seriedad―. Tú eres mi ídolo, pero si quisieras dar un concierto, no creo que estaría muy interesado.
Lin Yuzhen se ruborizó.
―Pues de todos modos yo no canto.
Era lógico que los boletos para una cantante popular como Ye Qingwu fueran difíciles de conseguir. Si no fueran los organizadores y necesitaran comprar boletos para verla, se les habría hecho difícil poner unos en sus manos.
―Los precios de reventa son una locura. ―Lin Yuzhen estaba impactada―. Los de quinientos dólares se están vendiendo en mil cuatrocientos.
―¿Están locos? ―preguntó Jiang Ning.
No podía comprenderlo. Afortunadamente, él no necesitaba comprarlos, de otro modo no pensaba que tuviera sentido comprárselos a esos revendedores.
―Bueno, el concierto será pronto y mi equipo debe hacer unos preparativos. ―Lin Yuzhen respiró hondo. No sólo iba a Shenghai a ver un concierto. Tenía cosas más importantes que hacer―. Querido, todos me dicen que la cultura de negocios de Shenghai es muy complicada y que es muy difícil que las compañías de fuera sobrevivan ahí. ¿Crees que lo logre?
―Sí, claro que podrás. ―Jiang Ning asintió con mucha seriedad mientras la tomaba de la cara con ambas manos―. Si mi querida esposa no es capaz, nadie en el mundo lo es.
―¿Qué? ―Le retumbaba el corazón―. ¿Tú quieres…?
―Podemos hablar sobre tener hijos luego. Escuché que tener hijos es cosa de técnica y que deberíamos practicar ―dijo él con tranquilidad y el rostro serio―. Querida, ¿quieres practicar primero?
Después de un instante de silencio, Lin Yuzhen dijo en tono muy suave:
―Intentémoslo.
Jiang Ning pudo sentir que la sangre le hervía en todo el cuerpo. No le importaba si el mundo se estuviera acabando. En ese momento, sólo quería intimar más con su preciosa esposa.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Héroe Retrasado