—¿Eres de la Familia Wu? —Jiang Ning estaba ahora justo en frente de Yang Xu.
Su voz parecía tener un extraño poder que hacía que Yang Xu siguiera allí de pie sin atreverse a hablar, enfocó su mirada y ni siquiera se atrevió a respirar muy fuerte.
»Dile a la Familia Wu que yo soy quien controla a Bei’an. —Jiang Ning no mató a Yang Xu y se fue.
Aunque salió ileso, Yang Xu estaba tan asustado que se ensució en los pantalones. El sentía el terrible hedor de la sangre muy fuerte, por lo que sus ojos enrojecieron y que su rostro tenía un semblante de muerte. Sus labios estaban temblorosos y no podía decir ni una sola palabra.
...
En una misma noche, los círculos ilegales de Linshan y Bei’an habían sido aniquilados en su totalidad. Cuando la noticia se supo a la mañana siguiente, todas las familias poderosas se quedaron en silencio al enterarse de lo sucedido. Todos estaban boquiabiertos. Parecía que alguien les había hecho una broma o les había contado un chiste; esto era imposible.
Los dos últimos pórticos, de los cinco que había en el norte, habían sido derribados. Aún peor, los círculos ilegales que los custodiaban habían sido destruidos en una noche sin siquiera poder defenderse. ¡Eso era imposible! Nadie podía ni se atrevía a creerlo. Esperaban que la Familia Zhou y la Familia Wu hicieran algo, esperaban que salieran a decir que esa información era falsa. Sin embargo, ninguna de las dos familias dijo nada.
En el caso de Wu Hongwei, este seguía sentado en la misma mesa. Ya la taza de té que había puesto encima de esta se había enfriado hacía bastante rato. Llevaba una hora entera en silencio y aún no podía aceptar esta realidad.
—¿Dijiste que estaba solo? —Zhou Shen estaba sentado frente a Wu Hongwei y no pudo evitar mirar al aterrorizado Yang Xu y le preguntó—: ¿Cómo una sola persona fue capaz de matar a todos tus hombres? Esto no parece real.
Además, todos los hombres de Bei’an eran lo mejor de lo mejor. Los luchadores muy bien entrenados que eran muy poderosos. De hecho, si el grupo que atacó a Linshan se hubiera dirigido a Bei’an, también habría muerto, sin excepción de un solo hombre. Lo que quería decir era que esto parecía un cuento de hadas. ¿Cómo podía existir un hombre tan increíble? ¿Nada podía oponerse a él?

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