Montserrat no exageraba ni mentía.
De verdad no le dolía.
¡Ni un poquito!
Si no lo hubiera experimentado en carne propia, no creería que una niña de menos de dos años pudiera hacer acupuntura.
¡A una edad en la que ni siquiera controlaba bien la vejiga, ya sabía poner agujas!
Su nieta era simplemente un genio.
Úrsula miró a Jade, que todavía usaba pañal, y dijo sonriendo:
—Esta niña sí tiene algo de talento.
En la medicina, lo más importante es tener esa afinidad natural.
Aunque Jade era pequeña, se notaba que tenía madera para la medicina.
Al escuchar eso, Montserrat refutó de inmediato:
—¿Cómo que "algo de talento"? ¡Nuestra Jade tiene muchísimo talento! ¿Qué bebé de menos de dos años sabe hacer acupuntura?
Su nieta iba a llegar muy lejos.
Montserrat sabía desde hacía mucho que la hija de Úrsula sería tan inteligente como su madre.
En ese momento, Úrsula miró a Jade y le preguntó:
—Jade, ¿entonces te gustaría estudiar medicina con mamá de ahora en adelante?
Jade asintió, abrazó a Úrsula y le dio un beso sonoro en la mejilla.
Le gustaba la medicina y le gustaba la acupuntura.
Montserrat dijo con satisfacción:
—¡Parece que vamos a tener otro médico milagroso en la familia!
El resto de la sesión de acupuntura la completaron madre e hija juntas.
Al terminar, Úrsula miró a Montserrat y le advirtió:
—Mamá, estos días tiene que usar el bastón para caminar. Nada de ir a bailar esos aeróbicos al aire libre. Si sigue bailando, su pierna se pondrá peor.
Últimamente, a Montserrat le había dado por ir a clases de zumba en la plaza, y todas las tardes a las seis y media iba religiosamente al parque a bailar.

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