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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 1199

—¡Sí, vamos! —asintió Leticio.

Ambos corrieron por el pasillo y, en un instante, llegaron a la oficina del médico.

Leticio exclamó emocionado:

—¡Dr. Martínez! ¡Dr. Martínez! ¡Traje a la Doctora W!

El Dr. Martínez estaba hablando por teléfono. Al escuchar la voz de Leticio, giró levemente la cabeza y sus pupilas se dilataron de golpe al ver a Úrsula. Balbuceó incrédulo:

—Se... se... señorita Solano.

La situación de Minerva era crítica; durante la cirugía habían emitido varias notificaciones de riesgo de muerte.

Cuando Leticio dijo que ellos conocían a Úrsula y que podía traerla para operar a Minerva, él pensó que el hombre estaba alucinando.

No era por maldad, sino porque el estatus de Leticio y Minerva era demasiado común.

¿Cómo podría alguien como Úrsula ser amiga de ellos?

Pero, para su sorpresa... ¡era verdad!

Leticio realmente había traído a Úrsula.

—¿Cómo está mi amiga? —preguntó Úrsula directamente.

El Dr. Martínez estaba tan atónito que no sabía qué decir. Tomó el sobre del escritorio y tartamudeó:

—E... este es el expediente y los reportes, por favor revíselos.

Úrsula tomó el sobre, sacó los reportes y los analizó detenidamente.

Conforme leía, su expresión se volvía más grave.

Aunque Selena solo le había dado una puñalada, el bazo de Minerva había sufrido un daño severo. La hemorragia era grave y, aunque la habían operado para detener el sangrado, todavía había una gran cantidad de sangre acumulada en la cavidad abdominal que no se podía drenar, lo que ponía su vida en riesgo inminente.

—Prepárenme el quirófano de inmediato —ordenó Úrsula tras comprender el cuadro clínico de Minerva.

—¡Sí, señorita Solano! —asintió el Dr. Martínez—. Iré a prepararlo todo ahora mismo.

Al escuchar las palabras de Úrsula, Leticio soltó el aire que tenía contenido y la miró con ojos llenos de esperanza.

—Señora Ayala, Minerva... Minerva se pondrá bien, ¿verdad?

—Sí, ella estará bien —asintió Úrsula levemente, girándose hacia él—. Solo espéranos afuera.

Leticio pareció recuperar el alma al cuerpo. Tener a alguien al mando le devolvió la vida.

—¡Sí! ¡Está bien! Se lo encargo mucho, señora Ayala.

Una hora después.

Minerva fue ingresada nuevamente al quirófano.

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