Después de decir eso, Fabián se acercó a Tomás y empezó a rogar por Benjamín y Luciano.
—Tomás, si está molesto, desquítese conmigo, Morales y Facundo no tienen nada que ver, solo estaban bromeando, ¡por favor no los meta en esto!
Tomás le apartó la mano con brusquedad.
—¡Lárguense! ¡Los quiero fuera de aquí! Y que les quede claro: desde este momento, están despedidos de la empresa.
Fabián perdió el equilibrio y casi terminó en el suelo.
—¡Méndez, no le ruegues! ¡Nadie quiere seguir trabajando para alguien así! —Benjamín y Luciano se lo llevaron de ahí sin darle oportunidad de responder.
Ya afuera, Fabián miró a sus dos compañeros con pesar.
—Morales, Facundo, discúlpenme, de verdad. Por mi culpa ahora ustedes también se quedaron sin trabajo.
Sabía bien que las cosas no estaban fáciles. Si para los jóvenes era difícil encontrar empleo, para los de su edad era todavía peor.
—¿De qué hablas, Méndez? —Benjamín lo animó dándole una palmada—. Nosotros decidimos irnos, no es tu culpa.
—Exacto —añadió Luciano—. Yo ya estaba harto de ese Tomás, siempre creyéndose jefe, solo porque sí. Tú no te preocupes, Méndez, hoy descansa en tu casa y mañana buscamos trabajo los tres juntos.
—Eso mismo —asintió Benjamín—. Mañana nos ayudamos entre todos.
Fabián, al ver la sinceridad de sus amigos, se sintió conmovido y hasta logró sonreír.
—Morales, Facundo, pues ya que hoy andamos libres, no se vayan a sus casas. Vénganse a cenar conmigo, ¿qué dicen?
—No, no puedo —rechazó Benjamín—. Mi nieto me tiene prometiendo desde hace días que le voy a comprar una pistola de juguete. Hoy que por fin tengo tiempo, lo llevo saliendo de la escuela.
—Yo tampoco puedo quedarme —agregó Luciano—. Mi esposa me acaba de mandar mensaje, que mi cuñada llegó con toda la familia a casa.
...
Cuando Fabián y los demás se marcharon, Tomás hizo una llamada telefónica.
Se veía totalmente servil.
—Bueno, señorita Villar, puede estar tranquila. Ya corrí a Fabián, tal como me pidió. No se preocupe, en cualquier momento estarán fuera de San Albero.
Así era. Camila estaba detrás de todo.
No iba a permitir que nadie le quitara a Santiago.
Por eso, tenía que deshacerse de Úrsula.
Y el primer paso era cortar la fuente de ingresos de Úrsula.
Toda la familia Méndez dependía del trabajo de Fabián como encargado de limpieza. Si Fabián perdía ese empleo, ¿cómo podría Úrsula seguir manteniéndose en San Albero?
La respuesta era obvia.
No podría.
—Lo hiciste muy bien —la voz de Camila llegó desde el otro lado del teléfono—. Tranquilo, le pediré a Gael que te ascienda.
Gael era el jefe directo de Tomás.
—¡Gracias, señorita Villar, muchas gracias! Si alguna vez necesita mi ayuda, solo dígamelo.
Tomás sabía de sobra que Camila era una de las herederas de una familia poderosa.
No esperaba que hoy, por fin, su abuelo optara por renunciar.
—¿Cómo que renunció? —Luis Aguilera salió del cuarto, visiblemente molesto—. Úrsula, tu abuelo fue víctima de una injusticia.
Fabián, preocupado, trató de interrumpirlo.
—Aguilera, no digas cosas que no son.
¿Víctima de una injusticia?
El rostro de Úrsula se puso serio. Se acercó a Luis.
—Luis, ¿quién se atrevió a tratar mal a mi abuelo? Por favor, no me oculten nada.
Fabián sabía que Luis no podía guardar secretos, así que nunca le contó que Tomás lo había maltratado. Pero Luis, sospechando que había algo raro en la renuncia repentina, había llamado a Luciano y Benjamín para averiguar los detalles.
Así se enteró de todo.
—De verdad, nadie me hizo daño —Fabián le guiñaba el ojo a Luis mientras insistía—. Aguilera, no digas disparates.
Sabía que si Úrsula se enteraba, solo se preocuparía y no serviría de nada.
Además, estaba a punto de empezar su último año de prepa, y Fabián quería que su nieta se concentrara en los estudios, sin distracciones.
Pero Luis no estaba dispuesto a dejar que su viejo amigo sufriera en silencio, así que contó todo lo que sabía.
Tras escuchar toda la historia, Úrsula mantuvo el semblante tranquilo y preguntó:
—Abuelo, ¿cómo se llama exactamente la empresa donde trabajabas?

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