Fabián ya tenía la comida lista.
Dos platillos y una sopa: pescado en salsa, verduras salteadas y sopa de carne magra.
—Úrsula, ya está servido —Fabián peleaba con el exprimidor de jugos—. ¿Quieres jugo de manzana o de naranja?
—De manzana —respondió Úrsula con una sonrisa—. Gracias, abuelo.
Fabián, divertido, empezó a pelar una naranja para sacar jugo.
Úrsula fue a lavarse las manos y regresó a la cocina para ayudar a llevar los platos a la mesa.
Cinco minutos después, Fabián terminó el jugo. Abuelo y nieta se sentaron juntos a la mesa para comer.
Úrsula comenzó elogiando la sazón de Fabián y luego comentó:
—Abuelo, mañana a las nueve de la mañana, avísales a Luciano y Benja que vayamos juntos a la administración.
—¿A la administración? ¿A qué vamos a ir allá? —preguntó Fabián, extrañado.
—Te dije que iba a lograr que Tomás les pidiera disculpas en persona —sonrió Úrsula—. Además, Luciano y Benja perdieron su trabajo por haberte ayudado. Ya les conseguí algo mejor y más sencillo en la administración, y el sueldo es mayor que antes.
¿Tomás pidiendo disculpas?
¿Y encima, Luciano y Benjamín con mejor trabajo?
Fabián no le dio mucha importancia.
—Úrsula, no digas locuras. Luciano y Benja ya encontraron trabajo en otro lado, sólo que está más lejos.
—Abuelo, ¿tú crees que voy a bromear con algo así? —dijo Úrsula con seriedad.
Fabián se quedó pensativo.
—Úrsula, ¿hablas en serio?
Úrsula asintió despacio, probando la sopa de carne.
—Sí, es en serio. Así que avísales a Luciano y Benja. Que estén puntuales, vamos juntos a la administración.
—Sí, sí, está bien.
Terminando de comer, Fabián llamó por teléfono para contarle todo a Luciano y Benjamín.
Cuando Fabián colgó, Luis no pudo evitar su asombro.
—Méndez, ¿de verdad te tomaste en serio lo que dijo Úrsula?
Para Luis, lo de Úrsula sonaba a puro cuento.
¿Cómo iba a tener esa niña semejante poder?
Fabián le respondió con firmeza:
—Mi Úrsula no es una niña imprudente. Si me lo dijo así, es porque sabe lo que hace.
Luis soltó una risita.
—Pues mañana van y ven qué pasa. Aunque yo lo veo bien difícil. Tomás es pariente de los jefes. Mientras él esté ahí, ni tú ni Luciano ni Benja van a volver a pisar la administración. Y menos que Tomás les pida disculpas.
¿Úrsula? ¿Qué iba a poder hacer ella?
Tomás tragó saliva, sudando frío, y le gritó:
—¡Niñata, qué me miras! Por muy grande que abras los ojos, no dejas de ser la nieta de un simple trabajador de limpieza.
—Hugo, ¿qué pasa allá afuera? Pronto llegará la señorita Méndez para la inspección, ¿ya tienes todo listo?
En ese momento, una figura apareció en la entrada.
Tomás se transformó en un segundo, cambiando su tono a uno servil.
—Señor Cruz, sólo unos exempleados problemáticos. Ya los eché, no habrá ningún inconveniente para la visita de la señorita Méndez. No se preocupe.
Ignacio Cruz apenas escuchó, dispuesto a irse... hasta que vio a Úrsula.
Su expresión pasó de la calma a la sorpresa total.
—¿Se... señorita Méndez?
Tomás se adelantó, con desdén.
—Señor Cruz, está confundido. Ella sólo es la nieta de un trabajador de limpieza, ¿cómo va a ser la señorita Méndez?
La señorita Méndez era la nueva jefa.
¿Úrsula? Apenas una campesinita.
Ignacio, sin pensarlo, le soltó una bofetada a Tomás.
—¡¿Estás ciego o qué?! ¿Ni siquiera reconoces a la señorita Méndez? ¡Pídele disculpas ahora mismo!

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