Entrar Via

La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 200

Israel sonrió levemente.

—Qué raro, que haya algo que no sepas hacer.

Úrsula también sonrió.

—¡Parece que el señor Ayala me tiene en muy alta estima!

—Sí, la tengo —asintió Israel.

Úrsula pensó que él bromearía un poco, pero se sorprendió de que le siguiera la corriente. Eso la hizo sentir un poco tímida.

—Úrsula, espérame un momento, voy a rentar una bici.

—Pero no sé andar en bici.

—Con que yo sepa es suficiente. Hay unas con asiento trasero, yo te llevo —dijo Israel.

—Bueno, está bien —asintió Úrsula—. Entonces, ve.

Israel regresó rápidamente con la bicicleta.

Una bicicleta azul.

Puso un pie en el pedal y el otro en el suelo, y miró a Úrsula de reojo.

—Súbete, Úrsula.

Aunque solo era una simple bicicleta, ¡él la hacía parecer un carro de lujo de millones de pesos!

Ese es el poder del carisma.

Así es como se destaca entre la multitud.

Úrsula se subió al asiento trasero con naturalidad.

Se sentó de lado, con una mano sosteniendo su celular y la otra apoyada ligeramente en la cintura delgada pero fuerte del hombre.

—Agárrate bien, Úrsula —dijo la voz de Israel, llevada por el viento.

Úrsula preguntó con una sonrisa:

—¿Acaso vas a correr a toda velocidad en una bicicleta?

—¡Claro que sí! —respondió Israel—. Cuando iba a la escuela, nadie en mi clase era más rápido que yo en bicicleta.

Úrsula enarcó una ceja.

—¡Presumido!

Apenas terminó de hablar, la bicicleta se lanzó hacia adelante a toda velocidad. El viento le azotaba la cara.

La velocidad era increíble.

Úrsula lo abrazó con fuerza por la cintura para mantener el equilibrio.

Fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba presumiendo.

Sintiendo el brazo que lo rodeaba, la nuez de Adán de Israel se movió. Una fuerza infinita surgió en sus piernas y, donde Úrsula no podía verlo, una sonrisa se dibujó en sus labios.

El viento de esta noche era muy, muy dulce.

Siguiendo las indicaciones del mapa, en diez minutos llegaron al puesto de carne asada que Úrsula había mencionado.

A esa hora ya había gente haciendo fila.

Úrsula se bajó de la bicicleta.

—Voy a formarme, tú estaciona la bici y luego me alcanzas.

—De acuerdo.

Al ver la espalda de Úrsula, la expresión de Israel se complicó. Se arrepintió un poco de haber pedaleado tan rápido.

Después de estacionar la bicicleta, Israel corrió hacia ella.

—Úrsula, vi que allá venden helados. ¿De qué sabor quieres? Voy a comprar.

—De chocolate.

—Entendido, espérame un momento.

Capítulo 200 1

Verify captcha to read the content.Verifica el captcha para leer el contenido

Historial de lectura

No history.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera