Aunque era la primera vez que Isaías veía a Úrsula, en cuanto la tuvo delante, una calidez le llenó el corazón. Se sentía incluso más cercano a ella que a su propio hijo.
Al escuchar la respuesta de su hermano, Gael asintió convencido.
—Yo también tengo esa sensación. Esta niña seguro es de los Gómez.
Valeria soltó una risita y comentó:
—Ojalá que esta vez sí tengamos un buen desenlace.
Ya habían pasado diecinueve años. Era hora de que por fin se reencontraran con la familia de Ami.
Paulina, agarrada del brazo de Valeria, intervino:
—Si esa niña no resulta ser Ami, yo la quiero como mi ahijada.
Valeria frunció el ceño y de inmediato replicó:
—Pauli, ¿cómo es posible que quieras ganarme el mandado? ¡Yo también estaba pensando lo mismo! Si la doctora Méndez no resulta ser Ami, igualito la quiero de ahijada.
—¡Valeria, no se vale! ¡Yo lo dije primero!
—Pero en serio lo pienso.
Las dos cuñadas siguieron discutiendo, cada vez más acaloradas, sobre quién tendría a Úrsula como ahijada.
Gael, ya sin saber qué hacer con ellas, soltó:
—Bueno, ya párenle, ninguna de las dos va a poder.
—¿Por qué no? —preguntaron las dos al unísono, mirando a Gael.
Isaías intervino:
—Porque la doctora Méndez seguro es parte de los Gómez. ¡Estoy seguro!
Paulina se acomodó el cabello detrás de la oreja y suspiró:
—Ojalá tengas razón. Yo también quiero que sea Ami, pero en estos años ya nos topamos con varias chicas que se parecían a Valentina. Ya tuvimos demasiadas desilusiones... Me da miedo volver a pasar por eso.
No hacía falta decir nada más. El silencio lo decía todo.
Isaías entrecerró los ojos y aseguró:
—Esta vez es diferente. ¡Estoy convencido!
...
Úrsula pasó su tarjeta y entró al cuarto del hotel. Antes de que pudiera acomodarse, Dominika Galván corrió hacia ella.
—¡Úrsula, ya regresaste!
—Úrsula, tú eres la que salvó a Eloísa, no yo. Mejor ve tú sola.
Dominika no era de esas personas que se metían donde no las invitaban. Sabía que los Gómez querían agradecerle a Úrsula, así que ella no tenía nada que hacer ahí.
—No pasa nada, Domi —respondió Úrsula con naturalidad—. Ellos saben que vine de viaje contigo, por eso me dijeron que te invitara.
—De verdad, mejor no, Úrsula. Es tu primera vez yendo a casa de los Gómez. Ya después, cuando les tengas confianza, me llevas a ver a los guapos. Ahora sí que me daría mucha pena ir.
Y era cierto, la incomodidad sería demasiada.
Al ver que Dominika estaba decidida, Úrsula asintió:
—¿No te vas a aburrir sola en el hotel mañana?
—Para nada, hoy sola me la pasé súper bien.
—Está bien, como quieras.
Por la tarde, Úrsula y Dominika salieron a comer merienda. Los postres de Río Merinda no solo sabían delicioso, también eran una obra de arte. Y lo mejor, estaban bien dulces.
Eso era justo lo que le gustaba a Úrsula. Se devoró dos platos de dulces sin parar, dejando a Dominika con la boca abierta.
—Úrsula, ¿no temes engordar comiendo así de rápido?
—No pasa nada, si subo de peso luego hago dieta —contestó Úrsula sin darle importancia—. La vida es para disfrutarla. Si uno se priva de lo que le gusta, ¿entonces qué sentido tiene?

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