Marcela agarró la mano de Luna de golpe.
—¡Luna! ¿Y la sopa? ¡Quiero sopa!
Hasta hace un rato, juraba que no tenía hambre.
Pero ahora, el estómago le rugía con fuerza.
Un hambre voraz, como si de pronto hubiera vuelto a la vida.
Luna se quedó pasmada al escucharla.
¿Sopa? ¿De la nada quería sopa?
No se suponía que la prioridad era sentarse a platicar sobre el asunto de la familia Gómez?
¿No era más urgente resolver si debían organizar el compromiso de Yahir y Alejandra o qué hacer con todo ese lío?
¿Y ahora resultaba que la sopa era lo más importante?
¿Será posible que, para Marcela, Alejandra ni siquiera era tan importante como un plato de sopa?
Luna no tuvo más remedio que apartar sus dudas y alcanzó el tazón de sopa que seguía en la mesa, colocándoselo en las manos a Marcela.
Marcela tomó la sopa sin pensarlo y, de un solo trago, la terminó. Luego, se apresuró a destaparse y a incorporarse en la cama.
La escena dejó a Luna boquiabierta.
Hace unos días, Marcela apenas tenía fuerzas para levantar la voz. ¿Y ahora se movía con esa energía?
—Mamá, ¿a dónde va tan apurada? —preguntó Luna.
—¡A comprar los boletos de avión! ¡Me voy ya mismo!
¿Boletos de avión?
Apenas escuchó esas palabras, Luna se llenó de emoción.
No había que pensarlo dos veces: Marcela quería volar directo a Río Merinda.
Después de todo, lo de Alejandra y Yahir era un asunto de vida o muerte para la familia. Había que ir a Río Merinda a hablar cara a cara.
—¡Perfecto, mamá! Yo me encargo ahorita mismo de los boletos —respondió Luna, entusiasmada.
Marcela abrió el clóset y empezó a buscar entre su ropa algo bonito para cambiarse. Sin dejar de rebuscar, le recordó a Luna:
—Luna, no te olvides de comprar el vuelo más cercano a San Albero.
Ya no podía esperar más.
Necesitaba ver a Ami, y la ansiedad la consumía.
Diecinueve años.

Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera