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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 276

Cuando Alejandra finalmente tomara el control de Grupo Solano, bastaría un simple gesto para deshacerse de Úrsula.

—Está bien, mamá, no la voy a decepcionar —aseguró Alejandra, aunque en su mirada se notaba una sombra de inquietud—. Pero, hay algo que todavía me tiene preocupada.

—¿Y qué es lo que te inquieta ahora?

Alejandra echó un vistazo disimulado hacia la ventana y bajó la voz:

—Mamá, ¿no cree que mi tío podría despertar de repente?

Después de todo, incluso Amelia había regresado. ¿Qué otra cosa era imposible ya?

Alejandra sentía un temor genuino de que Álvaro pudiera despertar. Él era, sin duda, la persona con mayor talento para los negocios en la familia. Si llegaba a abrir los ojos de nuevo... las consecuencias serían inimaginables.

—Eso no va a pasar —Luna soltó una pequeña risa y contestó con absoluta seguridad—. Tu tío lleva diecinueve años postrado en una cama. Si llegara a despertar, sería como ver a Marte chocar con la Tierra.

Alejandra asintió, aunque la duda seguía rondándole la cabeza.

—¿Y si ocurre un milagro?

—No existen los milagros en esta familia —Luna respondió, marcando cada palabra con firmeza.

Alejandra no insistió más.

Luna tomó la mano de su hija, apretándola con afecto:

—Ale, mañana quiero que me ayudes a preparar todo.

—¿Preparar qué cosa? —preguntó Alejandra, desconcertada.

La sonrisa de Luna se amplió, y en sus ojos brillaba una chispa de complicidad.

—Vamos a organizar la cena de bienvenida para Amelia.

¿Cena de bienvenida? La expresión de Alejandra se desmoronó al instante.

—¡Yo no pienso ir! —protestó, el veneno de la envidia impregnando cada palabra—. Ni siquiera en mi cumpleaños organizaron algo así, ¿y ahora que ella regresa sí le hacen una fiesta enorme? ¿Por qué?

La frustración la quemaba por dentro. Ella también era sangre de los Solano, y sin embargo, Marcela trataba a Úrsula como si fuera una joya, mientras que a ella la ignoraba por completo.

Cada vez que veía a Úrsula, el coraje le retorcía el estómago.

Luna sonrió con más fuerza, mirándola directo a los ojos.

—Ale, esta fiesta la vamos a hacer, y no solo eso: la vamos a hacer en grande. Vamos a invitar a todas las familias importantes de Villa Regia.

—¿Por qué tenemos que hacer algo así? —Alejandra sentía que su madre se había vuelto loca.

Fabiola, su madre, también suspiró.

—La persona que encontró a esa niña sí que tiene suerte. Pasó de la nada a lo más alto de la sociedad. Criaron a la princesa de los Solano y los Gómez, ¿cómo no los van a tratar como héroes? José Luis, ¿por qué no fuimos nosotros los que la encontramos?

El resentimiento le hervía por dentro. Si ellos hubieran encontrado a la princesa, ahora serían los afortunados.

José Luis, desde su lugar, comentó con desdén:

—Es que para que valga la pena encontrar a un niño, tiene que ser uno así. El viejo cuando recogió a Úrsula, ¿de qué sirvió? No tiene ningún valor, y encima con un divorcio encima...

Mientras hablaba, la repulsión se le notaba en la mirada.

Fabiola asintió, coincidiendo con él.

—Tienes razón, José Luis. Un hallazgo así sí cambia la vida de una familia. Hasta los amigos se benefician. Aquel día, el viejo quería que Úrsula viviera con nosotros, menos mal que no la aceptamos.

Apenas terminaron de hablar, la voz del presentador resonó desde la televisión.

[“Nuestro equipo de espectáculos consiguió una imagen de perfil de la princesa. Aunque solo se ve de lado, se nota que la niña de los Solano y los Gómez es de una belleza impresionante.”]

En ese momento, la pantalla mostró la foto de la princesa de perfil.

Los Blasco se quedaron petrificados, con el rostro lívido, incapaces de emitir palabra.

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