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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 29

Fabiola era una mujer muy pragmática.

Cuando Úrsula era la señora Ríos, por supuesto que tenía que halagarla y evitar cualquier disgusto.

Pero ahora que se había divorciado de Santiago, adularla ya no tenía sentido.

Al fin y al cabo, ¡ella era una auténtica mujer de ciudad!

¿Por qué iba a rebajarse a halagar a una campesina como Úrsula?

Por eso.

El trato de Fabiola hacia Úrsula había pasado del formal "Úrsula" al impersonal "ella".

No le importaba ofenderla.

Era solo una mujer divorciada.

¿Acaso iba a volver a casarse con un millonario?

¡Imposible!

Una campesina como Úrsula ya había tenido suerte una vez.

Fabián no podía creer la actitud de su nuera. Se quedó perplejo por un momento y luego dijo:

—¿Quién dice que Úrsula no tiene madera para los estudios? ¿Acaso no sacaba siempre de las mejores notas? Hasta los profesores decían que no tendría problemas para entrar en una buena universidad.

Si Úrsula no hubiera cometido la estupidez de dejar los estudios para casarse, ahora mismo estaría en una de las mejores universidades.

Como abuelo, Fabián confiaba plenamente en su nieta.

—¡Quién sabe si no copiaba! —dijo Fabiola, cruzándose de brazos con desdén y un tono muy hostil—. ¿Y encima quiere entrar en la Escuela Montecarlo? ¡Que siga soñando!

¡Era la Escuela Montecarlo!

¡Ni siquiera Virginia había conseguido entrar! ¡Tuvieron que mover cielo y tierra, suplicando y buscando contactos, para conseguirle un puesto!

¿Por qué iba a entrar Úrsula?

Fabián frunció el ceño. Finalmente entendió el verdadero significado de sus palabras.

—Fabiola, con todo esto, ¿quieres decir que no quieres que Úrsula viva en su casa?

Fabiola puso los ojos en blanco.

El viejo era un poco lento. Le había costado un buen rato entenderlo.

—Papá, creo que ya he sido bastante clara. ¿De verdad quiere que lo diga sin rodeos? Vivimos muy bien los cinco solos. Si de repente se nos mete una extraña, ¿cree que nos sentiríamos cómodos?

Fabián no había venido a discutir con su nuera. Solo quería que Úrsula tuviera un buen ambiente de estudio y un futuro prometedor. Así que, a pesar de entender la indirecta, insistió con humildad:

—Fabiola, Úrsula no es una extraña...

—¿No es una extraña? —lo interrumpió Fabiola, con un tono agresivo—. ¿Acaso tiene lazos de sangre con nuestro José Luis? ¿O con nuestra Virgi?

—José Luis, dime con la mano en el corazón, ¿de verdad crees que esto es justo para Úrsula? ¡No olvides que si ahora vives en esta casa tan bonita es gracias a ella! ¡Si no fuera por Úrsula, seguirían los cinco apretados en ese viejo apartamento de menos de 70 metros cuadrados! Y ahora que Úrsula solo quiere quedarse un tiempo, ¡ni siquiera se lo permiten! ¿Es así como se comporta un tío? ¿Tantos años de estudio que te pagué con mi sudor se han ido a la basura?

Cuanto más lo pensaba Fabián, más se enfadaba. Casi no podía mantenerse en pie.

Su esposa había fallecido joven. Durante años, había sido padre y madre para su hijo, privándose de comer y vestir bien para poder pagarle los estudios.

Y ahora...

¡Este era el resultado!

José Luis miró a su padre, con el pelo ya canoso, y luego a su esposa. Parecía querer decir algo, pero las palabras se le quedaron atascadas en la gargadura.

Fabiola resopló.

—¿Y qué si tenemos esta casa gracias a Úrsula? ¡Usted la crio durante tantos años, nos lo debía!

¡Si no fuera por José Luis, Úrsula estaría muerta!

Al oír esto, Fabián abrió los ojos de par en par, conteniendo la ira.

—¡Yo crie a Úrsula, y nunca he dicho que me deba nada! ¿Con qué derecho dicen ustedes que les debe algo?

Fabiola sonrió.

—Usted es el padre de José Luis. Cuando los hijos se casan, los padres suelen ayudar a comprar la casa. Cuando nos casamos, ¿nos compró usted una casa? No solo no lo hizo, sino que ni siquiera pudo darnos 10,000 pesos de regalo de bodas. ¿Se considera usted un buen padre? Usted crio a Úrsula. Sin usted, ella no sería quien es. ¡Lo que usted nos debe, nos lo debe ella! ¿No le parece que tengo razón?

Con una lógica retorcida, presentó una versión de los hechos que la favorecía.

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