Alejandra lanzó tres preguntas seguidas, temiendo que su madre hubiera entendido mal.
¡Era la familia Ayala de quien hablaban!
La familia más influyente de Mareterra.
El señor Ayala era una leyenda viva, alguien inalcanzable. Antes de llegar a los treinta años, ya había logrado hazañas empresariales que parecían imposibles.
Alejandra ni en sueños se atrevía a imaginar una vida junto a alguien como él.
Pero ahora…
Resulta que la familia Ayala estaba a punto de mudarse a Villa Regia.
Y lo más increíble: Montserrat iba a buscar, justo en Villa Regia, a la futura esposa para el heredero de la familia Ayala. Para Alejandra, eso era una oportunidad.
Una oportunidad única.
Era guapa, lista y muy capaz, justo el tipo de chica que Montserrat querría como nuera.
—Todos lo dicen, así que debe ser cierto. Ya sabes que cuando el río suena, es porque agua lleva —Luna entrecerró los ojos, con expresión astuta—. Ale, tienes que estar lista. Cuando la familia Ayala llegue a Villa Regia, seguro van a mover más piezas.
—Ya lo tengo claro, mamá —asintió Alejandra.
Al terminar de hablar, Alejandra miró a Yahir.
Aunque Yahir también era sobresaliente,
comparado con el señor Ayala, seguía siendo demasiado joven, demasiado verde.
Una lástima.
En el futuro, Yahir solo podría ser su plan B.
Pero chicos tan entregados como Yahir seguro estarían dispuestos a quedarse solos por ella toda la vida.
En el fondo, eso le convenía.
Un hombre enamorado es capaz de hacer cualquier cosa por la mujer que le gusta.
Llegado el momento,
ella solo tendría que usarlo como un escalón más.
Y no cualquier escalón.
Sino uno de primera.
Pensar que otros suspiraban por él y él solo tendría ojos para ella, dispuesto a quedarse a sus pies… Alejandra sentía una satisfacción enorme. La sonrisa se le dibujó aún más amplia y altiva en los labios.
...
Mientras tanto, Marcela seguía presentándole gente a Úrsula.
A Úrsula no le molestaba en absoluto; seguía a Marcela a todos lados con paciencia.
—Marcela, señorita Solano.
De pronto, una voz de mujer sonó a sus espaldas.
Marcela se giró.
Frente a ellas estaba Liliana.

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