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La Cenicienta Guerrera romance Capítulo 366

Así que…

La familia Solano era un verdadero nido de víboras, y él no pensaba acercarse ni de chiste.

Pensando en eso, Marcelo miró a Estefanía.

—Abuela, la verdad, ya tengo a alguien que me gusta. Así que deje de preocuparse por esas cosas.

Estefanía sintió un dolor punzante en la cabeza.

—¿Otra vez andas de coqueto por ahí?

—No es eso, esta vez va en serio —declaró Marcelo, marcando cada palabra como si estuviera haciendo una promesa.

Estefanía se llevó una mano a la sien, como si el solo escucharlo le aumentara el dolor de cabeza.

—¿Y ahora quién es la afortunada?

—Se apellida Méndez —respondió Marcelo sin titubear—. Y la verdad, siento que el destino nos puso en el mismo camino.

Para él, Úrsula era la chica más especial que había conocido.

Por eso…

No pensaba rendirse hasta conquistar a Úrsula.

—¿Cuánto tiempo llevan conociéndose? —preguntó Estefanía, arqueando una ceja.

—Una semana —contestó Marcelo.

Estefanía arrugó la frente, visiblemente molesta.

—¿Apenas una semana y ya dices que es en serio? ¿Tú crees que eso es suficiente para conocerla bien?

Marcelo reviró:

—¿Una semana no es tiempo suficiente?

Si fuera otra, ya en una semana habrían pasado muchas cosas. Pero con Úrsula…

¡Ya había pasado una semana!

Y ni siquiera tenía su WhatsApp.

Marcelo nunca se había sentido tan frustrado.

Pero justo eso demostraba la diferencia entre Úrsula y las demás.

Estefanía soltó un suspiro resignado.

—Te lo pregunto por última vez: pasado mañana voy a visitar a la familia Solano, a ver a Marcela. ¿Seguro que no quieres ir?

—Seguro, no voy a ir. Aunque me lo pregunte diez veces o cien, mi respuesta será la misma —le aseguró Marcelo, firme como nunca.

—Bueno, está bien —Estefanía lo miró con una seriedad que pesaba—. Marcelo, te lo advierto: las oportunidades solo pasan una vez. Si dejas pasar la chance de ser el yerno de la familia Solano, más te vale que no te arrepientas después.

Marcelo la miró a los ojos y replicó:

—Abuela, no se preocupe. No me voy a arrepentir nunca.

¿Arrepentirse? Eso jamás.

¿De qué iba a lamentarse? ¿Por una campesinita que además ya estaba divorciada? Ni loco.

De repente, una voz femenina y melodiosa se escuchó cerca.

Al oír ese llamado, la perrita se giró enseguida y ladró dos veces fuerte:

—¡Guau, guau!—

Un instante después, apareció una figura que Israel reconoció al instante.

Alzó la ceja, sorprendido.

—¿Úrsula?

Ver a Israel ahí también sorprendió a Úrsula.

—¿Tan rápido te mudaste de nuevo a Villa Regia?

—Sí, apenas ayer regresé —Israel asintió con una media sonrisa.

Úrsula fijó la mirada en la perrita que Israel sostenía y soltó una risa.

—¡Amanecer! ¿Qué haces aquí, traviesa?

Ella también había salido a correr con Amanecer al parque. Pero en un descuido, la perrita se había perdido de vista y Úrsula terminó por dejar la rutina para buscarla.

—¿Es tu perrita, Úrsula? —preguntó Israel.

—Sí, se llama Amanecer —respondió Úrsula, asintiendo.

Al escucharla, Israel se quitó los guantes con naturalidad y le acarició la cabeza a Amanecer, murmurando con una voz suave:

—Con razón es tan linda, si es tuya.

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