La foto de la espalda ya la había publicado Úrsula antes, si Alejandra la subía otra vez, solo parecería que quería tapar el sol con un dedo.
Así que no podía volver a mostrar esa foto.
Necesitaba algo más contundente, una prueba que dejara a Úrsula completamente expuesta, sin oportunidad de defenderse ante el escándalo de haber robado.
Luna entrecerró los ojos y, pensativa, soltó:
—En unos días cumples veintitrés, ¿no? Hace poco dijiste que el señor Estévez iba a venir a Villa Regia a visitarte porque le ayudaste, ¿cierto? ¿Por qué no aprovechas y lo invitas a tu fiesta de cumpleaños? Así no solo harás que todos hablen de ti en Villa Regia, sino que de paso dejas bien claro que tú eres la verdadera dueña de la foto más famosa del verano.
En todo Villa Regia, nadie más podía darse el lujo de invitar personalmente al señor Estévez y que este aceptara.
Al escuchar a su madre, a Alejandra se le iluminó la cara y levantó la vista:
—Mamá, tienes toda la razón. ¡En este momento le mando mensaje al señor Estévez!
Esta vez, sí o sí iba a dejar a esa campesinita de Úrsula en ridículo.
Alejandra sacó el celular y le escribió al señor Estévez, invitándolo personalmente a su fiesta de cumpleaños.
Él, agradecido con su pequeña salvadora, respondió casi de inmediato:
[Por supuesto, no me perdería por nada la fiesta de cumpleaños de mi querida salvadora. Allí estaré.]
La verdad, él también quería verla en persona y agradecerle de viva voz.
Al recibir la respuesta, Alejandra miró a su madre, emocionada:
—¡Mamá, aceptó! ¡El señor Estévez dijo que va a venir a mi cumpleaños!
Luna sonrió y le aseguró:
—Perfecto, me pongo a organizar la fiesta ahora mismo. Esta vez, la celebración será inolvidable.

Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera