Y luego, una profunda reverencia.
Llegados a este punto, el señor Estévez también se sentía culpable.
Todo esto había sido por su error, que las cosas se hubieran complicado de esta manera.
Úrsula mantenía una expresión serena, sin mostrar ni un ápice de regodeo, y su voz sonaba igualmente tranquila:
—Señor Estévez, lo importante es que todo se ha aclarado.
—Señorita Solano, esta perla luminosa era para usted desde el principio. ¡Por favor, acéptela! —dijo el señor Estévez, sacando la caja de madera de antes—. Señorita Solano, si no la acepta, ¡no podré quedarme tranquilo!
En ese instante.
El salón de banquetes pareció congelarse. Los invitados estaban atónitos. Habían pensado que la fiesta de cumpleaños de esa noche elevaría el estatus de Alejandra a un nuevo nivel.
Pero no.
¡Las cosas habían dado un giro inesperado!
¿Quién podría haber imaginado que Úrsula era la verdadera salvadora del señor Estévez?
—¡Qué descarada es Alejandra! ¡Hasta se atreve a mentir en algo así!
—¡No es que ella sienta vergüenza, es que yo la siento por ella!
—Todo por culpa de esa arpía de Alejandra, casi nos hace juzgar mal a la señorita Solano.
—Sí, sí, por suerte el señor Estévez llegó a tiempo.
—...
Al escuchar los murmullos a su alrededor, Alejandra sintió como si una parte de ella muriera.
Vergüenza, humillación, resentimiento; una mezcla de emociones la invadió, haciéndola desear que la tierra se la tragara.
¡Úrsula!
Todo era culpa de Úrsula.
Fue esa maldita de Úrsula la que le arrebató lo que era suyo.
La que debería estar aquí, soportando las críticas y la humillación, era Úrsula.
¿Por qué no se moría esa maldita?
Alejandra apretó las manos contra el suelo con tanta fuerza que sus largas uñas se partieron, y la sangre comenzó a brotar.
Pero era como si no sintiera dolor, seguía aferrada al suelo con firmeza.
La cámara de la transmisión en vivo capturó toda la escena de Alejandra.
Los comentarios estaban llenos de insultos hacia ella.
[¡Qué arpía más descarada! ¡Resulta que ella era la impostora! ¡Y yo que tanto la defendía!]
[¡Estoy que me muero del coraje!]
[¡Nunca pensé que me tomarían por tonta de esta manera!]
[Le pido perdón a la señorita Solano, me arrodillo y admito mi error.]
[¡Maldita sea! Nos convertimos en las armas de Alejandra.]
[Yo también le pido disculpas a la señorita Solano.]
[Yo decía que una mujer tan atractiva como la señorita Solano no podía ser una arpía que se hiciera pasar por otros. La última vez, solo por defenderla en Twitter, me insultaron tanto que tuve que cambiar de cuenta y abandonar la red. ¡Hoy por fin siento que se ha hecho justicia!]
[A la chica de arriba, ¡te pido perdón! En ese momento creí tanto en la arpía que me dejé llevar y también la insulté en Twitter.]

Verifica el captcha para leer el contenido
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La Cenicienta Guerrera