No era un exceso de confianza; simplemente, conocía a Santino a la perfección. Durante los seis meses que habían estado juntos, había estudiado cada faceta de su carácter. Santino era incapaz de abandonar a la persona que le había salvado la vida. No era un desagradecido. Para no traicionar su conciencia, solo le quedaba una opción: ceder. ¡Tendría que venir a rogarle que volvieran!
En realidad, Carina no quería llevar las cosas a este extremo. Quería una vida tranquila con Santino. Pero Úrsula no le había dado otra opción. Si Úrsula hubiera fingido que no pasaba nada, ella no habría tenido que recurrir a amenazar con su propia vida.
¡Todo era culpa de Úrsula! ¡De esa maldita mocosa!
Cualquier otra cuñada se habría alegrado de ver a su hermano con novia. Pero Úrsula la había expuesto delante de Santino. En su opinión, Úrsula era una envidiosa.
—¿Salvadora? ¡Cielos, Cari! ¿No estarás bromeando? —exclamó Gloria, incrédula.
—¿Por qué iba a bromear con algo así?
Gloria tragó saliva.
—¿Y por qué no me lo habías contado antes?
—Porque soy discreta. No me gusta alardear.
La verdad era que se sentía un poco culpable. No quería que el asunto se hiciera demasiado grande. Pero ahora, no tenía otra alternativa. Era la única forma de atar a Santino. Una vez que consumaran su relación y se quedara embarazada, ni Santino ni su familia podrían negarse a la boda, incluso si la verdad salía a la luz.
La tensión en el rostro de Gloria se disipó.
—Cari, tenías un as en la manga y no me lo habías dicho. ¡Me tenías con el corazón en un puño!
—Por cierto, Gloria, hay algo más —dijo Carina.
—Dime.
—Conociendo a Santino, mañana por la mañana, carcomido por la culpa, vendrá a verme al hospital. Cuando llegue, tú...
Gloria escuchó atentamente las instrucciones de Carina y asintió.
—Entendido, Cari.


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