Dicho esto, Bianca aplaudió tres veces.
Clap, clap, clap.
Jennifer se levantó de inmediato y le entregó una caja de madera.
Bianca la tomó y, bajo la expectante mirada de todos, la abrió lentamente.
Dentro había una caja de música exquisitamente elaborada. Tal como Bianca había descrito, era de oro macizo con incrustaciones de zafiros que brillaban bajo las luces.
—¡Cielos, esa caja de música es una antigüedad! ¡Qué preciosidad!
—¿Una simple caja de música? ¿De verdad es tan mágica como para curar el insomnio?
—No parece que Bianca mienta. Busqué en internet y, en efecto, se dice que la melodía de Vitalidad es un tratamiento eficaz contra el insomnio, aunque lo de la buena suerte no está confirmado. Hace trece años, para el octogésimo cumpleaños del patriarca de la familia Ramsey, la familia real de Paxoria se la regaló personalmente.
—¿De verdad Bianca sería tan generosa como para regalarle algo tan valioso a la señorita Solano?
—…
Los invitados murmuraban entre sí, todos preguntándose cuál era el verdadero propósito de Bianca.
Bianca, satisfecha con la reacción del público, continuó:
—Además, la diseñadora de Vitalidad, Serena Shaw, no solo era una artista, sino también una bruja de Paxoria. Por eso, al crear esta caja de música, le lanzó un hechizo: solo una mujer de corazón puro y limpio puede abrirla. En todo el País del Norte, yo soy la única que puede hacerlo.
»Señorita Solano, ¿cree usted que podrá abrirla?
—¡Pura palabrería! ¡No me creo que un hombre hecho y derecho no pueda abrir una simple caja de música! —exclamó alguien desde el público.

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