¿La señorita Ramsey?
Al oír a su hija, Marcela se quedó perpleja por un momento.
—¿Te refieres a la noble del País del Norte, la señorita Bianca Ramsey? —preguntó, levantando la vista hacia Luna.
—Sí, exacto —asintió Luna, con un orgullo evidente en la mirada—. Mamá, ¿no lo sabías? Nuestra Ale y la señorita Ramsey son muy buenas amigas. Como la señorita Ramsey está ahora en Río Merinda, muy lejos de aquí, Ale no la invitó a la merienda. Pero en cuanto la señorita Ramsey se enteró, ¡insistió en venir!
Si Alejandra organizaba una merienda, Bianca vendría sin ser invitada.
En cambio, si la organizaba Úrsula, aunque la invitara, Bianca no vendría.
Quizás…
¡Esa era la diferencia entre las personas!
Marcela se rascó la cabeza, confundida.
—La señorita Ramsey y Úrsula se llevan bastante bien, ¡pero no sabía que también se llevara bien con Ale!
Como le había prometido a Bianca guardar el secreto, Úrsula no le había contado a nadie, ni siquiera a Marcela, lo que había sucedido realmente dentro del círculo de tela roja aquella noche.
Marcela solo sabía que Úrsula y Bianca se llevaban bien.
Al oír esto, una expresión de incredulidad cruzó el rostro de Luna.
¡Marcela de verdad que le daba mucho crédito a Úrsula!
Bianca y Úrsula eran enemigas acérrimas. La persona que Bianca más odiaba era Úrsula.
Pero a los ojos de Marcela, se llevaban bien.
¡Qué ridículo!
Una persona como Úrsula, ¿cómo iba a hacerse amiga de una noble como la señorita Ramsey?
Ni en sueños.
Luna ocultó su desdén y, fingiendo sorpresa, dijo:
—¿De verdad? ¡Así que Úrsula y la señorita Ramsey también son buenas amigas! ¡Qué coincidencia! Si celebramos la merienda aquí, Úrsula podrá charlar tranquilamente con ella. Además, se aburre mucho sola en casa. Debería relacionarse más con gente de su edad.
¡Ya verían!
Cuando Bianca viniera y desenmascarara a Úrsula delante de todos, ¡menudo espectáculo!
A ver si entonces Marcela podía seguir sonriendo.
Cuanto más lo pensaba, más satisfecha se sentía Luna.
Al oír esto, a Marcela le pareció que su hija tenía razón. Por un lado, el estatus de Bianca era realmente distinguido. Por otro, Úrsula y Bianca ya se conocían, así que una merienda no sería demasiado incómoda.
—Bueno, Luna, que sea como dices. Celebremos la merienda aquí —dijo Marcela, levantando la vista hacia Luna.
—¡Gracias, mamá! —exclamó Luna, radiante de alegría.
¡Ya verían!
Pronto, Úrsula quedaría en ridículo delante de todos.
Esta vez, Alejandra sin duda los pisotearía a todos.
—Ya he preparado todo lo necesario para la merienda. Voy a dar instrucciones para que empiecen a decorar —continuó Luna.
—Adelante —dijo Marcela, haciendo un gesto con la mano.
Luna salió.
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