—¡¿Qué estás diciendo?! —Rafael soltó con impaciencia—. Estoy esperando la llamada de Úrsula.
Úrsula…
La señora Lozano se quedó unos segundos en silencio, como tratando de recordar, y luego preguntó, sin mucha seguridad:
—¿Úrsula? ¿La misma que Joaquín Ríos escogió como esposa para Santiago, esa muchacha del campo?
—Sí, esa misma —asintió Rafael.
La señora Lozano no ocultó su desconfianza.
—¿Y para qué esperas su llamada? Santi ya se divorció de esa mujer, ¿no es así?
A la señora Lozano nunca le gustó Úrsula. Si no hubiera sido porque el difunto Joaquín era tan tradicional y supersticioso, una campesinita como ella jamás habría llegado a ser la señora Ríos. Para la señora Lozano, Úrsula seguramente se valió de artimañas para llamar la atención de Joaquín. Esas mujeres astutas le caían mal, y Úrsula le parecía una de las peores.
Rafael, apurado, se metió un bocado de comida y murmuró:
—Son asuntos de trabajo, mejor no pregunte tanto. Ya terminé, voy arriba.
La señora Lozano vio cómo Rafael subía las escaleras, con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Qué asuntos de trabajo podría tener con Úrsula? Si esa muchacha apenas sabe lo básico —murmuró para sí.
...
Ya en su cuarto, Rafael no despegó los ojos de su celular. La pantalla seguía igual de tranquila, sin ninguna notificación.
Revisó la hora: eran las siete y media de la noche.
Podía esperar un poco más.
Seguro que para las ocho o nueve, Úrsula acabaría llamándolo.
Con esa idea, Rafael se puso a recoger su ropa para irse a duchar. A propósito, dejó el celular en la habitación.
Que Úrsula se desesperara un rato, pensó, sonriendo para sí.
Pasó más de media hora. Apenas salió del baño, fue directo a revisar el celular, seguro de que Úrsula había intentado comunicarse varias veces.
—Ahora sí —se dijo—, seguro ya se desesperó.
Pero al mirar la pantalla, se le congeló la sonrisa.
Nada. Ni una llamada. Ni un mensaje.
¿Cómo era posible? ¿Úrsula no había intentado contactarlo?
Corrió a abrir WhatsApp. Ni un mensaje, ni siquiera una solicitud de amistad.
—Tranquilo, seguro ya va a escribirte —se consoló Rafael en silencio.
El Grupo Ríos estaba a punto de cerrar una alianza con el Grupo Ayala, tenía que lanzar el nuevo juego para ganar el Premio Illumina y había mil pendientes más. No podía estar pensando solo en Úrsula.
Pasaron tres horas más.
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