Por desgracia, el suyo siempre había estado incompleto, desde que tenía uso de razón.
—Pedro, de ahora en adelante, comeré contigo todos los días —dijo Alejandra con una sonrisa dulce.
—Gracias, Ale. —Pedro la miró, conmovido.
—Has adelgazado mucho últimamente —dijo ella, sirviéndole un muslo de pollo—. Come un poco de carne, te hará bien.
—Tú también. —Él le devolvió el gesto, sirviéndole otro muslo.
Alejandra le dio un mordisco al pollo.
—Pedro, ¿en qué has estado tan ocupado?
Pedro, olvidando por completo las advertencias de Marcos, le respondió:
—Estoy dibujando un diseño.
—¿Un diseño? —Alejandra no era ajena a los negocios de Pedro; él nunca le había ocultado nada. Sabía que tenía una empresa de joyería—. ¿Es para Joyería CL?
—Sí.
—Por cierto, Pedro, ¿no iba a salir pronto a bolsa Joyería CL? —preguntó ella.
Aunque los cómics de Pedro eran un éxito de ventas, la mayor parte de su fortuna provenía de esa joyería.



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