¡Si Valentina se hubiera muerto, no se habría desatado todo este lío!
En ese momento, Wendy solo deseaba poder retroceder en el tiempo.
A través del cristal, Úrsula miró a la abuela Barragán y dijo con un tono casi inaudible:
—Abuela Barragán, cuánto tiempo sin vernos.
A la abuela Barragán también le corría un sudor frío por todo el cuerpo.
Aunque Úrsula solo había dicho una frase tan ligera, la abuela Barragán sintió un frío que le calaba hasta los huesos.
Ella lo recordaba.
La última vez que vino a este cuarto oscuro para ver a Úrsula, la primera frase que le dijo fue precisamente «cuánto tiempo sin vernos».
¡Y ahora!
Úrsula le devolvía la misma frase, palabra por palabra.
Aunque solo fue una oración, la abuela Barragán podía sentir el odio contenido en sus palabras.
Fue en ese instante.
De repente, recordó lo que Úrsula le había dicho la última vez.
Que haría que ella y su hija desearan estar muertas.
En aquel momento, la abuela Barragán pensó que solo eran los manotazos de ahogado de Úrsula.
Pero ahora, al recordar de nuevo las palabras de Úrsula, sintió que se le erizaba la piel.
«¿Qué hago?».
«¿Ahora qué hago?».
Ella ya era vieja; si moría, pues moría y ya. ¡Pero Wendy todavía era joven!
Wendy ni siquiera se había casado.
No, no podía permitir que a su hija le pasara algo.
La abuela Barragán se esforzó por calmarse y levantó la vista hacia Úrsula.
—Tú… ¿qué es lo que quieres?
Eloísa se abalanzó hacia ella, reclamándole:

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