Fabián miró a su nieta y, por un momento, fue como si regresara en el tiempo y viera a la pequeña recién nacida que recogió del frío hace tantos años.
Cuando encontró a Úrsula, la niña apenas tenía unos meses de nacida, todavía cubierta de sangre. Todos le aconsejaron no llevarla a casa, decían que era demasiado pequeña, que sin la leche de una madre no sobreviviría.
Pero era invierno y nadie entre los curiosos se atrevió a adoptarla. Fabián, incapaz de dejarla a su suerte, la llevó consigo, aunque tanto su hijo como su nuera se opusieron a la idea de hacerse cargo de ella… A pesar de todo, él se mantuvo firme en su decisión.
Como abuelo, más que nadie deseaba que Úrsula tuviera una vida tranquila, feliz, que creciera en paz y sin preocupaciones.
Por eso mismo le dio el nombre de “Ning”, como un deseo de serenidad para ella.
—Ning... somos familia, aquí no necesitamos andar con formalidades. Si has decidido empezar de nuevo, deja de preocuparte tanto. Yo sigo recibiendo mi salario cada mes, puedo apoyarte para el examen de ingreso a la universidad, para tus estudios… no hay ningún problema. Ya es tarde, mejor relájate y ve a lavarte la cara, duerme tranquila, tu cuarto sigue ahí esperándote —le dijo Fabián con una sonrisa cálida, seguro de que su cariño por Úrsula no dependía de logros ni de recompensas. No importaba si ella no lograba entrar a una universidad prestigiosa o no podía darle la vida que él había soñado; ella siempre sería su nieta, y él nunca esperaría nada a cambio de su dedicación.
—Está bien, abuelo —asintió Úrsula y se dirigió hacia su habitación.
Fabián, por su parte, fue al rincón de la sala a prepararse para dormir.
Al ver cómo el abuelo arreglaba su cama individual detrás de la cortina, Úrsula sintió un nudo en la garganta. Tenía que encontrar pronto una forma de ganar dinero y mejorar la vida de ambos, para que Fabián pudiera tener una habitación digna y cómoda.
...
Ya en su cuarto, después de bañarse y quitarse el maquillaje intenso, Úrsula se sentó frente al tocador y por fin pudo ver el verdadero rostro oculto tras tantas capas.
La imagen en el espejo era la de una joven con piel tan blanca como la nieve, cejas arqueadas y ojos brillantes, una belleza de rasgos marcados y profundos. Para sorpresa de Úrsula, no solo se parecía un poco a la dueña original de ese cuerpo… ¡eran idénticas! Incluso el pequeño lunar rojo bajo la ceja estaba en el mismo lugar.
Esto confirmaba sus sospechas: después de aquel accidente y la explosión, su llegada a este cuerpo no había sido una simple coincidencia.
...
A la mañana siguiente.
Seis y media.
Úrsula se dio una ducha rápida, se puso ropa deportiva y bajó lista para salir a correr.
Fabián ya andaba ocupado en la cocina.
—Buenos días, abuelo —saludó Úrsula con una sonrisa fresca.
Al escucharla, Fabián se giró sorprendido.
—Ning... ¿cómo es que ya estás despierta tan temprano?
—Voy a salir a correr —respondió ella.
La verdad, su cuerpo no estaba en buena forma; apenas y había peleado una vez la noche anterior, pero amaneció dolorida de pies a cabeza.
Había decidido que era hora de retomar la disciplina que tenía en su otra vida, fortalecer su cuerpo y su salud.
¿Correr en la mañana?
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