—Ni siquiera pudiste defenderte de un lobo de clase baja y aún así planeas gobernar —bufa las palabras deslizándose detrás de mí.
Después de que me trajera a esta habitación es lo único que ha dicho, estoy frustrada pues sé que tiene algo de razón.
La tensión entre nosotros es palpable pero aumenta de nivel al sentirlo rozar la piel de mi espalda. Intento girarme para mirarlo. El siguiente movimiento de su parte me eriza la piel provocando que me detenga en el acto. Rompe mi vestido dejando mi espalda desnuda ante sus ojos.
—No te muevas —ordenó con voz de Alfa.
Está acostumbrado a mandar y por más que yo sea una Omega no estoy acostumbrada a obedecer pues crecí en la realeza Omega, alejada de los Alfas. Sin embargo, estoy paralizada tal y como si él hubiera puesto un hechizo sobre mí.
Siento su poder y es inquietante.
La yema de sus dedos roza mi carne vulnerable por el ataque de Owen y luego siento que vierte algo en mis heridas.
—¿Alfa? ¿Estás curándome?
La sangre de Alfa era curativa para los Omegas, pero debilitaba al Alfa, por lo cual era muy extraño que un Alfa curara a un Omega.
¿Por qué lo está haciendo?
—¿Te he pedido que hables?
Mi corazón salta con su crudeza. Esta vez me quedo en silencio esperando a que él lo rompa.
—Estoy cansado de esperar a que sanes, por eso aceleré el proceso.
Su tono es aburrido, casi indiferente mientras que yo no puedo evitar sentirme estupefacta ante su acción.
—¿Qué quieres de mí, Alfa Kian?
Escucho su gruñido silenciador enseguida.
—No estás en posición de hacerme preguntas… A partir de ahora eres mi doncella.
Me sobresalto aturdida con su exigencia.
—Pero Alfa, yo soy la gobernante del Oeste…
Escucho su fría risa cortando cualquier cosa que pudiera decir.
—Olvídate de gobernar, todo cambió cuando decidiste entrar aquí, Omega. Ahora eres mía, si intentas huir, yo mismo te mataré ¿Lo has entendido?
Puedo sentir su cálido aliento rozando mi oreja mientras que algo se aprieta en mi vientre.
No puede ser. Él no puede hacerme esto.
—¿Soy tu prisionera, Alfa?
Espero su respuesta inquieta, él se aparta de mi espalda para quedar al fin frente a mí casi invadiendo mi espacio personal.
—Decidiste tu destino. Los que entran a mi manada sin mi permiso mueren en mis manos, ¿No conoces las leyendas, mujer?
Sus orbes azules oscurecidos bajan. Apenas me doy cuenta de su mirada la sigo sonrojándome en el acto, mis pechos están completamente expuestos para él gracias a que había dejado caer la tela cuando él me terminó de romper el vestido.
—Entonces, ¿Me matarás, Alfa Kian?
Apoyo mis manos sobre el mullido colchón detrás de mí provocando que mis senos se muestren por completo. La furia recorre mis venas por eso no estoy pensando claramente, quiero hacer entrar en razón a este macho testarudo, no puede tenerme como su prisionera.
—¿Eres sorda? —añade volviendo su mirada indiferente a mi rostro—. Te haré mi doncella, eso será mucho mejor que tu muerte.
Esto me irrita y termino sentándome recta una vez más.
—¡No puedes hacerme tu doncella! ¡Soy…!
—Sé quién eres y no me importa en lo más mínimo, puedes parar de repetirlo, ahora en mis tierras no eres nadie —ruge dejándome aturdida cuando se cierne sobre mí—. Más te vale ser dócil o tendrás que atenerte a las consecuencias.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: La compañera secreta del Alfa: ¡los cachorros son míos!